Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

El grito

Los votos de Vox son también los votos de la indignación y del rechazo a la política que no ha dado respuestas

El grito se expresó en 2015 encumbrando a un grupo de jóvenes profesores universitarios que hablaban con un lenguaje de izquierda radical -rechazo de la dictadura de los mercados, puertas abiertas a la inmigración, feminismo como política troncal…-, pero que en realidad lo que hacían era aglutinar el descontento de millones de españoles heridos por la crisis que gritaban su frustración. En Andalucía, algunos años después se ha producido un fenómeno similar, pero esta vez a través de un partido hasta ahora minúsculo que habla con el lenguaje de la derecha más exaltada: profundo antieuropeísmo, puesta en cuestión de las políticas complacientes con la inmigración o rechazo del feminismo y de las autonomías. Son supuestos ideológicos opuestos, pero en la base el grito que se expresó con Podemos no difiere mucho del que ahora se exterioriza con Vox. Entonces se reaccionó contra un Gobierno del PP que había gestionado el hundimiento económico y ahora contra uno del PSOE adormecido por décadas de poder. No son los mismos, más bien todo lo contrario, pero sí que comparten una base común que es el hartazgo de la política de los partidos tradicionales que han sido incapaces de hacer frente a la debacle social que ahora cumple una década y que acabó con un sistema basado en las certidumbres para ser sustituido por otro en el que no hay ninguna.

Los 12 diputados de Vox que se van a sentar dentro de unas semanas en el Parlamento andaluz tienen que ver con la política de apaciguamiento de Pedro Sánchez en Cataluña y con el desgaste de Susana Díaz, que ha hecho una gestión manifiestamente mejorable. También, con el agotamiento de un ciclo de cuarenta años ininterrumpidos de poder con todos los vicios y que ello engendra. Quién lo duda. Pero los que han dado su voto a figuras tan controvertidas como el juez Serrano o tan extremistas como Santiago Abascal han querido golpear con furia un orden en el que ya no se sienten representados. Creo que era Serrano, el cabeza de lista por Sevilla, el que decía que ellos son un partido transversal porque había recogido la indignación tanto de gente de derecha como de izquierda. Lamento escribir que no le falta razón. Hace unos años esa misma transversalidad la consiguió Podemos, pero sus muchos errores y los personalismos de sus dirigentes dieron al traste con esas expectativas. Hoy los de Pablo Iglesias están fagocitados por el sistema y así les va. A Vox es muy posible que le pase lo mismo y termine siendo un partido testimonial, representante sólo del sustrato ideológico sobre el que se basa. No lo sentiré.

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