Al punto

Juan Ojeda

Yo me lo guiso,yo me lo como

RODRÍGUEZ Zapatero no quiere, y así lo ha dicho, que dentro del PSOE se especule sobre si va a ser, o no, candidato en las próximas generales y, por tanto no se hable sobre su posible sucesión. Pero claro, por mucho que lo diga, y por muy presidente del Gobierno y secretario general del partido que él sea, eso ya no va a poder evitarlo. Hasta su escudero más fiel y segundo en el escalafón orgánico, José Blanco, ha entrado al trapo y le ha matizado sobre el ritmo de la operación de recambio, en caso de que sea necesaria. Y muchos de los barones socialistas, González, Jáuregui, Chaves o Fernández Vara, han elucubrado sobre el tema, sin llegar a una conclusión clara, aunque dando la impresión de que la decisión de no presentarse está tomada, y lo que ahora se está pensando es el momento de anunciarlo.

Bueno, y si esto pasa dentro del PSOE no digamos en la parte contraria, donde todo el mundo da por finito el periodo Zapatero antes de las elecciones. Y todos, dentro y fuera, señalan a Rubalcaba como el tenedor de las papeletas en la rifa de la sucesión. Lo que es evidente es que si la hay, el vicepresidente primero que, para eso está ahí, y en todas partes, será el elegido. Luego se verá la forma de elegirlo.

Pero cuidado, porque también pudiera ser que Zapatero no esté esperando el momento adecuado para anunciar su decisión, sino que, simplemente, no la ha tomado. Es decir, que todavía no sabe si va a volver a presentarse o no. Y es que uno sospecha que el presidente está convencido de que es un hombre ungido por la suerte. No se sabe si ya antes era así, o se lo creyó después de ser elegido secretario general, en un congreso al que concurría como perdedor. Más todo lo que pasó después. Y de ese creerse agraciado por la fortuna, se derivan algunos de sus comportamientos. Parece que piensa que, aunque las cosas se le pongan muy mal, siempre pasa algo que le permite darle la vuelta a la tortilla y, por tanto, seguir no sólo respirando, sino también aspirando.

Ahora ha conseguido, cuando menos se lo esperaba, un pacto social con patronal y sindicatos, escenificado el pasado miércoles, con todo boato, en la Moncloa, con el asentimiento, más o menos obligado, del PP que lo considera un mal menor dadas las circunstancias. Ese pacto es, junto con la quietud de ETA, su décimo de la suerte. Y si el 22 de mayo no se produce un descalabro absoluto en las municipales y autonómicas, tal vez Rubalcaba no tenga que hacerse los carteles. Si el cocido no lleva veneno, yo me lo guiso, yo me lo como.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios