Monticello
Víctor J. Vázquez
S. La quijotesca
Algo huele mal en Dinamarca, comentó Marcelo en Hamlet antes de que apareciera el espectro del rey de Dinamarca. Desde ese momento se usó para aludir a los males o corruptelas que asolan un país. Algo huele mal en España cuando se intentan solucionar determinados males con las mismas herramientas de lo que se pretende combatir, esto es, corregir la censura censurando y prohibiendo lo que no me gusta. Desde luego, esto es lo más aproximado a un gobierno fascista o comunista, que son las dos caras de la misma moneda: esto es así, te guste o no.
Tradicionalmente he sido un votante de izquierdas, pero abogo por las izquierdas sociales e igualitarias, esta es su esencia. Pero la esencia se está desvirtuando favoreciendo a unos más que a otros y tratándolos con diferente rasero. Esto no es socialdemocracia.
Entiendo que el buen gobernante debe tratar de abarcar a toda una sociedad y no a determinados grupos, dando la espalda a una amplísima mayoría, cuyos ideales me pueden gustar más o menos, pero están ahí. Prohibiendo o censurando no es el camino. A la mosca se la atrae con miel y no con hiel. Se trata de transmitir un mensaje y convencer y no de vencer por las malas, ya que eso engendrará esos lodos que a muchos nos repugnan. Recogerás lo que vayas sembrando. Y el péndulo regresará para aplastarnos la cara contra la pared.
Si no fuera por las siglas, diría que me está gobernando una suerte de extrema derecha o extrema izquierda (la misma moneda) que nos desvían la atención, cual ingeniosos prestidigitadores, para realizar el truco del almendruco. Vamos a renovar nuestra democracia, pero al mismo tiempo vamos a ir metiendo bajo la alfombra toda la basura y las inmundicias. Eso es precisamente lo que huele mal. Y desde el otro lado del río, como si fueran unos angelitos, reclaman transparencia y honestidad. Entonces es cuando me entran ganas de vomitar. La podredumbre nos rodea. Y luego están los acólitos que, aprovechando las benevolencias que exhibe per se la democracia, arremeten contra ella. Incluso aceptan el sueldo de su supuesto enemigo: la coherencia es así. Cambio de canal para informarme desde todos los puntos de vista y aproximarme a la verdad de algo, entonces me doy cuenta de que en todos los casos muestran los maravillosos y espléndidos que son y lo pérfidos y corruptos que son los de enfrente. Ese es el juego. Lo sé. Pero permítanme que use un buen ambientador que mitigue al menos tanta hediondez.
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