La hereje

El problema es que la consejera de Igualdad se ha revelado incapaz de hacer política

Tal y como explica el profesor Maximum Shemeless, el liderazgo político demanda una fuerte personalidad que evite que te cuestiones tus propios actos, hasta el punto de pedirle consejo a un caballo a la manera de Jesús Gil. La tropa se siente tranquila si quien la dirige se muestra seguro, y en Vox se han dado cuenta de la pertinaz sequía que azota a esta España nuestra y se apresuran a paliar la falta.

La crucifixión de la nueva consejera de Igualdad por su artículo sobre la Semana Santa nada tiene que ver con las creencias religiosas. Se trataba de demostrar que ellos las tienen más grandes. Que lo mismo que empañaban la toma de posesión del nuevo gobierno andaluz, cualquier día pueden hacerles pasar su propio calvario. Cuestiones literarias aparte, las opiniones de la consejera no son muy diferentes de las de muchos cristianos que simplemente entiende que el mensaje de Cristo está en las antípodas del barroquismo de la Semana de Pasión. Y la vanidad no es un insulto, sino la simple descripción de una realidad vana, al mismo tiempo que un sinónimo de arrogancia (de la que no han estado escasas las críticas vertidas). Pero en el Irán de los ayatolás, la más mínima heterodoxia puede obligarte a transmutarte en cabina de teléfono londinense y el trato con otras culturas, aunque a través de un partido de la oposición, siempre provoca cierto mestizaje. A la consejera Rocío Ruiz le ha faltado tiempo para abjurar de que la tierra es redonda. Ni es lo que piensa, ni es lo que defenderá. Pasaba por una crisis existencial o de fe. Vaya usted a saber. Crisis que, manteniéndose aun hoy, no la incapacitaría para continuar la política de promoción de la Semana Santa que se perpetua desde hace lustros y que lleva a bloquear a ciudades como Málaga y Sevilla durante diez días al año, año tras año, en un proceso de resurrección y muerte que solo se interrumpe por el centenar de procesiones que jalonan el calendario.

Hace tiempo, tras encargarme el proyecto de una plaza de toros, me preguntaron si me gustaba la fiesta Nacional. Les dije que no especialmente, pero que tampoco me gustaban los muertos y eso no me impedía hacer muy buenos cementerios. El problema no es la gestión que pueda hacer la consejera. El problema es que se ha revelado incapaz de hacer política. La política de defender su propia libertad de opinión. Y eso si es grave para una democracia.

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