Ayer entró en vigor la ley de la eutanasia. Un hito democrático. Un avance sustancial en materia de derechos y libertades. Una ley que no obliga a nadie y que pone en nuestras manos, cuando se den las circunstancias contempladas en la ley, la responsabilidad de decidir nuestro final. Una ley humanista porque es compasiva: trata de evitar, procurando una muerte digna, el inmenso dolor y los inútiles sufrimientos a enfermos y familiares. Y es liberal por que refuerza nuestra autonomía y libertad individual. PP y Vox la recurrirán al Constitucional. Nada nuevo. La derecha se ha opuesto a todas las leyes democráticas que han ensanchado nuestros derechos y libertades. Dicen ser liberales, rechazan que el Estado intervenga en la economía, pero no quieren que deje de invadir nuestras conciencias. Nadie mejor que Díaz Ayuso resume la banalidad de nuestra derecha en cuestiones de libertad: "Si voy a misa o a los toros, o me voy a la última discoteca, lo hago por que me da la gana. Y elegimos dónde, a que hora y con quién. Vivo así. Vivo en Madrid y por eso soy libre". Que en esa definición haya un cierto tufillo de mansedumbre franquista, no le impidió arroyar en las elecciones, ni que una parte de la crema de nuestra intelectualidad cayese rendida a sus pies. Como diría un personaje de Forges….¡país!

No es esa la única contradicción de Casado: cuando dice que la sociedad civil no debe opinar de los indultos, por ser algo propio de los representes electos, lo que en realidad pretende decir es que no deben expresar opiniones contrarias a las suyas. Ya que el PP, ante la concentración contra los indultos en la Plaza de Colón, insistió que había sido convocada por la sociedad civil, circunstancia que le impidió asistir junto a otros dirigentes populares. Elogiando la iniciativa como un ejemplo de sociedad civil movilizada.

Hablando de constitucionalidad. Estos días hemos asistido a todo tipo de reacciones contrarias a la ley contra los homosexuales aprobada por Orban. La han criticado desde las autoridades de la UE a futbolistas, mientras los estadios alemanes se iluminaban de arcoíris. El presidente húngaro, como Le Pen, Salvini, etc. son los pares de Vox en Europa: partidos igualmente homófobos, xenófobos, machistas, racistas, etc. El hecho diferencial español es que aquí son aliados del PP y de C's y cuentan con el apoyo incondicional de la derecha mediática y de sus clérigos intelectuales.

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