Estado de horror

¿Y si estamos, casi un siglo después, ante un nuevo desmoronamiento silencioso de las estructuras occidentales?

Las primeras páginas del periódico de ayer condensaban el horror en que se está convirtiendo nuestro mundo. A la derecha, el embajador ruso en Turquía Andrei Karlov yace en el suelo mientras su ejecutor, un joven policía turco vestido con chaqueta y corbata, blande la pistola asesina mientras chilla a los aterrorizados asistentes a una exposición de fotografía en Ankara: "¡No se olviden de Alepo, no se olviden de Siria! ¡Alepo venganza!". A la izquierda, la imagen refleja los restos de un mercadillo de Navidad arramplado por un camión kamikaze en pleno centro de Berlín, o lo que es lo mismo, en el corazón de Europa. Ahora Berlín, como antes París, Bruselas o Niza. Pocas metáforas más demoledoras que la modesta sencillez de un mercado navideño de los que tanto abundan por la Europa más próspera arrasado por la barbarie.

Como nexo de unión entre ambos sucesos, perpetrados casi al mismo tiempo, el terrorismo cruel e indiscriminado de corte islámico, el conflicto de Siria, la intervención de Rusia, la postura no siempre clara de la Unión Europea, la políticas migratorias, Turquía… y en el fondo, el miedo a ser el siguiente objetivo, la consternación, la sensación de indefensión ante el enemigo invisible, la inquietud por la certeza cada vez mayor de vivir en una sociedad, en un mundo cada vez más vulnerable. Quizá sea esto último, la sensación de que no somos tan fuertes, de que estamos más vendidos de lo que nos venden, lo que nos hace plantearnos miles de preguntas, y deviene inevitable el recuerdo de las memorias de Stefan Sweig. ¿Y si estamos, casi un siglo después, ante un nuevo desmoronamiento silencioso de las sólidas estructuras occidentales? ¿Y si nuestro mundo no es también el de ayer?

Conforme avanzan las noticias, algunos han insinuado que el conductor del camión de Berlín puede ser un solicitante de asilo con permiso de residencia especial, lo que agrava la ya débil posición de Merkel ante el imparable avance la ultraderecha ("son sus muertos", le espetan desafiantes). El asesinato de Ankara tensa más si cabe la difícil relación de Putin con Erdogan, al que la Unión Europea pretendía además confiarle la gestión de los refugiados sirios. Y para completar el cuadro, el flamante presidente Trump promete desde su despacho en la Casa Blanca acabar con el terrorismo yihadista. Desde luego, nunca como este año los buenos deseos están tan justificados.

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