La ciudad y los días

Carlos Colón

Otros huevos de serpiente

UNA de las muchas mentiras con severa apariencia de cruda verdad que acumula la película La cinta blanca es que se trata -por decirlo con las mismas palabras de las críticas que la han incensado- de un estudio sobre las raíces del fascismo. Una educación estricta, el rigor religioso y la autoridad paternal, empeñadas en demostrar que la rigidez es el principal baluarte del orden, crean en un pueblo alemán protestante, puritano y estamental las condiciones de expansión de un mal que, andando el tiempo, tomará forma de cruz gamada.

¿Y lo del intercambio de tres menores entre sus padres para abusar de ellas también ha sucedido en un autoritario pueblo alemán en el que la rigidez y el puritanismo incuban el huevo del nazismo o ha sucedido en un barrio de la democrática de hoy? ¿Este infierno familiar es una raíz fascista hundida en una tierra de intolerancia religiosa, represión social y rigidez educativa o se trata más bien de una de esas raíces de depravación hundidas en la marginalidad de los crecientes infiernos urbanos de nuestra democrática y opulenta sociedad, ese Cuarto Mundo que aún estando tan próximo parece conmover menos que el Tercero porque no da para festivales ni para "turismo solidario"? ¿Los pavorosos hechos conocidos este fin de semana son resultado de un estricto concepto de la educación o más bien de la inexistencia de un responsable principio de autoridad escolar, familiar y social? ¿Los oficios religiosos, la educación o la rígida autoridad paternal y escolar a la vieja usanza han jugado un papel negativo en este caso o más bien lo ha hecho la no pertenencia a congregaciones religiosas, organizaciones vecinales, sindicatos, partidos o la adhesión cualquier sistema de valores que pudiera frenar la involución humana y ética que hace posible estos comportamientos?

Los hechos terribles han sucedido en el barrio sevillano de Los Pajaritos. Allí, y en condiciones políticas y sociales objetivamente más duras, han educado durante muchos años a sus hijos modestos sindicalistas, comunistas, socialistas, cristianos de base o simplemente familias trabajadoras que tenían sus propios valores y confiaban en la educación para que sus hijos tuvieran una vida mejor que la suya. Y sus creencias, ideas, principios, valores o costumbres no fueron un obstáculo para ello sino, muy al contrario, lo que les permitió hacerlo. ¿Por qué interesa tanto ahora, y a quién, presentar la autoridad como represión, la educación como coacción y la ideología, la creencia y la política como semillas de totalitarismo, fundamentalismo y corrupción?

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