HABLANDO EN EL DESIERTO

Francisco Bejarano /

Los incoherentes

LOS manipuladores de los indignados contra abstracciones (la especulación, los mercados, los bancos, los partidos, el sistema o la democracia) se guardan bien de incitarlos contra un Gobierno que, con su mala administración, los ha llevado a indignarse. Esperan al próximo. Como la mayor parte de los indignados no tiene referencias de un sistema educativo mejor, no se puede indignar contra el vigente, que no les ha enseñado a ordenar sus conocimientos y en especial sus ideas. Por ahora está la Iglesia y la venida del Papa para indignarse y manifestarse contra ellos, esa guerra sostenida en la que las ideologías de vocación totalitaria han perdido todas las batallas. Ya se manifestaron contra Juan Pablo II los sandinistas, uniforme militar y armas en alto, en su visita a Nicaragua y no pasó de descortesía, como si se hubiesen manifestado contra el Dalai Lama a favor de China. El incoherente movimiento M-15 se ha decantado, como era de prever, por la idea extraordinaria de que la derecha no está legitimada para gobernar, y ha dado en la especie de que al catolicismo es de derechas, no otras confesiones. Conocemos la monomanía por los historiadores

Los tiempos confusos dan palestra a los ignorantes y crédito al pensamiento simple, de tal modo que discutir es la mayor pérdida de tiempo y energía a la que se puede dedicar una persona inteligente. La ignorancia nunca es progreso, se presente vestida de lo que le parezca, y el pensamiento simple es, como su mismo nombre indica, elemental y pobre, de ahí su éxito, porque no necesita esfuerzo intelectual para extenderse, incluso enriquecerse con extravagancias. Un ejemplo que se repite de vaguedad ideológica, de pereza e indigencia mental y de irrelevancia social, que pasa como noticia de interés, son las irreverencias y blasfemias que con el pretexto de la libertad del arte se presentan periódicamente. Pocos son los que saben de su inanidad y de su nula influencia. Provocar es tan sencillo que nadie de talento provoca adrede. Si lo hace, es a su pesar.

La irreverencia es anodina. Tiene gracia cuando se da en creyentes con inteligencia viva; si no, es tonta. La blasfemia es un asunto de mala educación. Se da también en raptos de cólera, en los que no suelen caer las personas educadas, aunque nunca estaremos seguros. Denota una fe sencilla con una imagen de Dios antropomorfa. Es molesta como un eructo, nada más. Sin embargo, casi nadie es sacrílego, porque para serlo hace falta un sentido de lo sagrado y una percepción de los misterios, desconcertada o, si vale, desesperanzada que para sí quisieran todos los creyentes. Es peligroso por su violencia, pero beneficioso para la fe, que se despierta en los indiferentes y se reafirma en los creyentes. Los indignados se manifestarán contra la visita del Papa y se harán la ilusión de haber corrido un riesgo y ser unos valientes. Bueno. Hay quien se dedica al alpinismo.

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