La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

La inoportuna ministra de Turismo

Estamos sufriendo en vidas humanas la catástrofe de la Navidad cuando ya nos hablan de viajar en Semana Santa

Estábamos esperando el primer merluzo que quisiera quitar el nombre Vigil de Quiñones al antiguo hospital militar de Sevilla, felizmente reinaugurado por el presidente Moreno al estilo del célebre anuncio del detergente Colón (con los sanitarios colocados en formación de escolta detrás del líder neomoderado), cuando nos hemos topado con el mensaje irresponsable y tremendamente inoportuno de una ministra del Reino de España. Qué cierto es que cada vez es mas fácil ser ministro en este país. Cada vez se cotiza menos sentarse en ese consejo donde ya casi no caben en la mesa. Hay más gente que en la antepresidencia de una cofradía de barrio de cualquier municipio de Andalucía. A veces se intuyen disputas sordas porque hay quien se queja de que le ha tocado la pata de la mesa, como en las bodas pretenciosas con quince invitados por mesa, las mismas en las que hay puercos que se quitan la chaqueta sudada, la cuelgan en el respaldo y sorben el consomé de marisco con briznas de perejil. Pues ha llegado una ministra y ha metido la patita. Lo bueno de que una ministra diga una estupidez es que nos enteramos todos de que existen ella y su Ministerio. Una tal Reyes Maroto ha proclamado en la España de los 70.000 muertos, en la España necesitada de vacunas, en la España de los ERTE, en la España de las capitales y los pueblos sin vida desde las seis de la tarde, que "la Semana Santa puede ser el reinicio de los viajes nacionales si se dan las condiciones de seguridad". Esta señora me recuerda, si no fuera por la gravedad del momento que vivimos, a aquel ministro de Agricultura, un tal Luis Atienza, que salió de la caseta municipal de la Feria de Sevilla y soltó una majadería del tamaño de una catedral cuando le preguntaron qué le había parecido la fiesta: "Me la esperaba más moderna". Los hay tontos, tontitos, tontucios y ministros (o ministras). Que cada cuál elija el término más apropiado. Estamos todavía sufriendo en vidas humanas (se dice pronto) la campaña para "salvar" la Navidad, cuando la ministra de Turismo se decide a aventurar la salvación de la Semana Santa. Nos merecemos un Gobierno mejor, más responsable, más serio, menos aventurero, más prudente y menos temerario. Después de haber sufrido al fatuo Sánchez proclamar en junio la victoria sobre el virus, tampoco podemos esperar un dechado de templanza en sus adláteres. Si no fuera porque se trata de vidas, podríamos hasta recibir con carcajadas el anuncio de la ministra, a la que sólo podemos decir una cosa. Oiga, señora, guarde silencio. Hemos sobrevivido sin usted. Hay demasiados muertos, demasiados contagiados y demasiado miedo para semejantes frivolidades.

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