El insomne presidente

La inmensa mayoría somos de los que dormimos a pierna suelta, tratando de resolver su propia vida

Tras los comentarios realizados esta semana, hemos podido deducir que el propio presidente en funciones del Gobierno, desde que el pasado julio le ofreciera la vicepresidencia y tres ministerios a Unidas Podemos, está sin dormir. Y no solamente él, sino que además el 95% de los ciudadanos, hecho que ha debido comprobar de alguna forma, tampoco ha pegado ojo. Por tanto, cabe concluir que la inmensa mayoría pertenecemos a ese cinco por ciento restante que duerme a pierna suelta, tratando de resolver su propia vida, mientras observa con desinterés creciente el circo político que vivimos.

Es evidente que para alguien que llegó a encabezar el Partido socialista esgrimiendo el "todos contra el Comité Federal", que después llegó a la presidencia del gobierno abanderando el "todos contra el PP" y que, tras variopintos intentos no consigue formar gobierno, sólo le que da el "todos contra mi persona". Pero ni con ese último y esquizofrénico argumento de trastorno disociativo, tanto el presidente como su persona logran convencer a nadie. Bueno, a casi nadie si contamos con el diputado cántabro del partido de Revilla. Esta pérdida progresiva de aliados durante los sucesivos intentos no puede ser culpa únicamente de los demás, y nos recuerda cada vez más a aquella disquisición del que conducía en sentido contrario por la carretera mientras acusaba al resto del mundo de estar haciéndolo al revés.

Pero el tiempo de los reproches ya pasó, por lo que cabe analizar a qué se ha debido la incapacidad de pactar que el socialismo hoy vive. Evidentemente haber permitido que este partido gobierne en Navarra con la aquiescencia de EH Bildu tiene un precio altísimo. Difícilmente un votante de centro se acercará a los que le bailan el agua a los filoterroristas, especialmente después de esa petición por parte de los batasunos de que no se acerquen al país vasco a hacer campaña ni Ciudadanos, ni el PP ni Vox. Pero si uno tiene claro que el gobierno de Navarra le importa más que el de España, entonces no hay razón para dejar de dormir tranquilo. El problema nace cuando uno le incorpora demasiadas restricciones a una ecuación hasta hacerla irresoluble, y el presidente, como doctor en economía, debe saber mucho de ello. Porque exigir un gobierno en solitario, sin tener mayoría absoluta y sin aliados que se fíen de uno, es una quimera y, aunque se duerma poco, no se puede seguir soñando.

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