Cambio de sentido

Una jornada particular

La victoria de la ultraderecha en Italia viene a consolidar el cambio de ciclo de Europa

La del domingo fue una jornada particular", pienso, mientras echo en el petate algunos libros. En unos días viajo a Roma, acudiendo al llamado con que el artista Isaías Griñolo nos convoca a varios escritores desde la Academia de España, para ir a pensar y a dar que pensar en torno a Europa, a su idea y realidad. Regresaré a una vieja Italia inverosímil y, sin embargo, absolutamente presente y real: el fascismo -lo de ponerle el prefijo post me lo voy a ahorrar, por si en alguien ve alguna dulcificación del concepto en vez de un retorcimiento del mismo- ha ganado las elecciones en Italia. Podría decirse -y lo dirán quienes se alegren- que el pueblo ha hablado y ha dicho que viva el fascio y todo lo que ello representa (retroceso en derechos y libertades, totalitarismo que se pirra por la palabra libertad, antiintelectualismo, ultranacionalismo y una cruz mortuoria que no sé con qué revolera argumental son capaces de emparentar con el que anduvo en el mar). Gane quien gane, cada vez que decimos eso de que "el pueblo ha decidido", olvidamos que, como nos enseñó Juan de Mairena, no hay manera de contar almas, que un pueblo es cosa distinta de la sumatoria electoral y que la democracia es una manera precaria, quizá la mejor que tenemos, para organizarnos políticamente.

La victoria de la ultraderecha y de su representante, la vocinglera Meloni, viene a consolidar el cambio de ciclo de Europa, a confirmar su declive manifiesto como fuerza económica y política, y hasta moral, en el plano internacional. Somos los cascotes de lo que pudo ser y no es. "Europa es la basura de otra Europa", clama el poema de García Argüez. De un tiempo a esta parte queda a la vista el desplazamiento económico de Europa, que por primera vez en décadas anuncia frío en las casas y panes a precio de jamón. Quedan en evidencia la adscripción atlantista al superpoder de Estados Unidos, las políticas desmemoriadas en las fronteras, la invertebración, la traición a valores que la podían convertir en referencia. El mundo ha pasado de pantalla. Ahora lo comenzamos a vivir en carne propia.

En Una giornata particolare (Ettore Scola), toda Roma acude al desfile que Mussolini ofrece a Hitler el 6 de mayo de 1938. Quedan solos en el vecindario una mujer (Sofía Loren) y un homosexual (Mastroianni). Fuera, triunfa el fascismo, brioso y aparentemente unánime. Dentro, la sensibilidad, el cuestionamiento, la dignidad y el extraño amor nos continúen transformando.

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