Lamborghini

Gafas de cerca

08 de septiembre 2024 - 03:07

Basten un par de datos para expresar mi despreocupación por el mundo del motor; un rasgo de lo menos masculino, por cierto. Con más de cuarenta años en posesión del carné he tenido sólo cuatro vehículos. El primero de ellos un seiscientos que ya era muy viejo cuando lo compré con la inestimable ayuda de mi madre, el segundo era sueco y el tercero fue un italiano con afán de diseño, aunque de marca correntona: importaba que fuera ranchera, ya con la parejita en el mundo. El último, por fin de gama pudiente, sobrevive por ahí, aunque su marca, también sueca, ya no fabrica coches. En casi veintidós años que conduje el distinguido escandinavo no recorrió ni 140.000 kilómetros: una inversión muy lejos de ser óptima. Ya no tengo coche. Nunca compraré un coche nuevo “de paquete”. No es para mí una buena inversión. Otra cosa es para quienes acceden al cochazo mediante una sociedad que se deduce las cuotas del renting y el IVA, gastos e impuestos que el currito de tropa se come con patatas. Es esta, por cierto, una asimetría fiscal sorprendente, no sé si encuadrable en el concepto de cupo, del de concierto o el de singularidad. En fin, el número y rango de los vehículos que haya poseído dice bastante de la vida de una persona.

Se puede sobrevivir, y doy fe, gastando suela, dándole al pedal, pagando taxímetros, cogiendo trenes y autobuses o –gran descubrimiento para mí– viajando con Blablacar. Aunque mi oculta ilusión siempre fue tener un conductor a sueldo, pero para eso voy de lo más tarde y de lo más estrecho. Lo que en mi vida pude imaginar es que un propio le escribiera al presidente del Gobierno un alegato a favor del transporte público y la cosa eléctrica, y que lo haga mencionando a una insignia de altísima gama, propia de futbolista o algo peor: Lamborghini. Mi aquí compañero Martín Domingo, italianófilo perdido, recuerda que el apellido y marca se pronuncian lamborguini, y no lamboryini, pero me temo mucho que a quien lo diga bien lo tendrán por cursi, Martín: esto es España. La boutade de Sánchez es fenomenal. Es comparar churras con merinas. Cochazos de la factoría que fundó Ferruccio Lamborghini en Bolonia hay menos que habas contadas. Entre el Cercanías de Renfe o el Peugeot eléctrico y el Lamborghini hay océanos de grises.

Pero lo olvidamos todo de un día para otro. Podemos soltar chorradas por la boquita, hasta por la presidencial, tanto la de Sánchez como la de Ayuso, y toma equidistancia. El viento de internet barre la memoria a diario. A la velocidad de un bólido extraordinariamente caro. Y macarra, oiga.

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