Albert Rivera defendió en el debate la actual ley del aborto como algo progresista que se corresponde a las legislaciones de otros países europeos. Sé que en esta cuestión argumentar lo que la ciencia dice sobre la singularidad del feto supone ser tachado de anticientífico y fanático; defender la vida, de retrógrado; y decir que son los anticonceptivos y no el aborto el medio civilizado de elección de la maternidad, de machista enemigo de la mujer. Y sé que todas las democracias avanzadas lo contemplan, como argumentó Rivera. ¿Y qué? La pena de muerte era tan repugnante en la España franquista como en las democráticas Inglaterra o Francia, donde las últimas ejecuciones tuvieron lugar en 1964 y 1977, o como lo es en los 31 estados de Estados Unidos en los que es legal, apoyada por el 54% de la opinión pública. La democracia da validez legal pero no moral.

En el debate la cuestión del aborto fue para mí más esencial que la de Cataluña. Porque tiene que ver con la muerte de un ser humano no nacido y la vida es infinitamente más importante que la unidad de España. Se podrá ser todo lo partidario que se quiera del aborto libre, considerarlo progresista y alabarlo como la conquista de un derecho que garantiza a la mujer la libre elección de su maternidad. Pero ni sus más acérrimos defensores pueden negar que se mata a un ser humano no nacido. Salvo que se incurra en la bestialidad de Cristina Almeida cuando afirmó que "el 85% y más [de los abortos] son por debajo de las 12 semanas de embarazo, cuando igual que embrión puede ser un quiste". Esto sí que es someter la ciencia a la ideología.

Recurrir al aborto como método de libre elección de la maternidad es bárbaro en 2019. Las leyes, afortunadamente, no discriminan a los hijos nacidos fuera del matrimonio. La sociedad, afortunadamente, no margina a las madres solteras. Los anticonceptivos, afortunadamente, son seguros y están al alcance de todo el mundo. Y la ciencia ha establecido la singularidad genética del feto. Lo irracional y retrógrado es optar por la muerte cuando se dan tantas garantías para la vida y para elegir o no la maternidad. No se trata de penalizarlo, sino de erradicarlo con educación sexual, ayuda a las gestantes y apoyo a las madres y las familias. Lo contrario de jalearlo como derecho a decidir, minimizarlo como la extirpación de un quiste o silenciar que se da muerte a una vida.

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