Los legisladores ágrafos

Haber rebajado de rebelión a sedición y de sedición a tumultos callejeros es una sucesión esperpéntica

Qué Que difícil se presenta, especialmente para los que nos dedicamos al mundo científico, tratar de redactar leyes cuando tu experiencia en este campo es nula. Porque la mayoría de los ciudadanos entendemos que éstas nacen para regular la convivencia y protegernos de aquellos desalmados que tratan de abusar de los demás. Pero ahora nos damos cuenta, aterrorizados, que una redacción puramente ideológica e ideologizada permite acelerar los trámites para salir a la calle a los delincuentes y poner nuevamente en peligro a sus víctimas. Y con consecuencias impredecibles.

Las primeras, provocadas por la ley de libertad sexual, son trágicas, porque se deben al posicionamiento maximalista de partidos que no han querido escuchar a los expertos y han preferido correr un riesgo inaceptable. Y ahora tratan de protegerse insultando a propios y extraños, como si de almas angelicales se tratasen. Poner nuevamente en peligro a tantas víctimas de abusos sexuales debe tener un alto precio, tan alto como el daño causado, que es ya de por si inmensurable.

La segunda, la ley para la libertad golpista, es un salto al vacío sin red de protección posible. Haber rebajado de rebelión a sedición y de sedición a tumultos callejeros es una sucesión esperpéntica. Establecer paralelismos entre los alborotos de una despedida de soltero y atacar coches de la Guardia Civil, reventarlos, robar su armamento y encaramarse a ellos para proclamar discursos incendiarios, tendría que ser diferente. Cortar el acceso a los aeropuertos, rodear las sedes gubernamentales, acorralar a las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado y proclamar, bastones en alto, la independencia de una parte de España debería ser, al menos, cuestionable. Pero hoy todo quiere relativizarse por pura supervivencia.

Y por último, la libertad de malversación, es la guinda que colma el vaso de los despropósitos. Se trata de justificar que no es lo comparable que el dinero vaya al bolsillo privado o no sea así. El problema surge cuando el "no sea así" esconde sorprendentes destinos: el bolsillo de los narcotraficantes al comprar cocaína con dinero público; el de los proxenetas cuando se despilfarra en prostíbulos y bacanales; el de extraños jubilados inexistentes en las empresas rescatadas o en el de los amigotes que imprimían papeletas y proclamas independentistas con pingües beneficios. ¿Cuál será la próxima y temida ley libertaria?

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