El espontáneo

Juan Cachón

La letra 'b'

SE harán ustedes la pregunta de por qué he elegido entre las 28 letras del abecedario la letra 'b'. Quizás en estos momentos es la que más me ha motivado, en este estío caluroso. La primera es la bobomanía que está alcanzando cotas que posiblemente sobrepasen el pico más alto que, cuando yo estudiaba Geografía se denominaba Everest, ahora con tanto artilugio cibernético no sé si será el más alto, váyase usted a saber. Pero, repito, la bobomanía lo invade todo, quizás más que el sida, el virus del Ébola y la maldita prisa. La bobomanía está en boga, igual que estuvo en boga el aceite de ricino, el agua de Carabaña, las lavativas, las canciones del Colacao, de Norit el borreguito, de Angelitos negros de Machín y el eterno NO-DO. Pero todo esto pertenece a otra época, casi si me apuran a otra centuria. La bobomanía lo invade todo, es peor que la peste bubónica, que el cólera morbo, que el cólico miserere. Ahora cualquier cantamañanas que vende ladrillos especula con terrenos porque tiene un amiguete que le da el plano oculto donde no está la zona verde, no me refiero al pubis, me refiero urbanísticamente.

Hombres bobos siempre han existido, siempre se hablaba del bobo del pueblo y del tonto de capirote, no hay nada nuevo bajo el sol. Ya Velázquez inmortalizó en un famoso cuadro existente en la pinacoteca del Prado al Bobo de Coria. Pero ahora, con el llamado mal estado de bienestar, la bobomanía alcanza cotas, repito, de puro paroxismo. Cualquier cantamañanas con dos duros presume de que ha cruzado el Nilo en un neumático Michelin, se tira por acantilados, que las cataratas del Niágara se quedan pequeñas, para luego en un pequeño club de gilipollas decir quién ha sido el más bobo en tirarse, sólo en tirarse desde un volcán al océano Índico. En este país cainita hemos dado tal salto de pértiga que de ahí hemos pasado a la gran barbarie cultural, que se ha acrecentado, y a que cada alcalde o alcaldesa tiene que poner un museo, mientras antes se ponía un pobre a su mesa. Cuando el celebérrimo eslogan de que España es diferente fue la gran falacia del Régimen, España no es diferente; de tanto en cuanto se han puesto unos cuantos piojos en limpio, nos hemos vuelto xenófobos, racistas y para colmo esquivamos la fórmula como una ecuación mágica del pensamiento único. Pero todo esto no deja de ser un microrrelato de verano en un arrebato de rabia ante la mendacidad y la mezquindad que nos invade. Mientras los políticos juegan al ping-pong una partida en que en una raqueta tienen la bobomanía y en la otra la barbarie, lo que yo no sé es dónde está la red que los separa y por tanto no sé dónde irá a parar la pelotita.

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