La ley del mínimo esfuerzo

Ni las becas sin esfuerzo ni los títulos sin valor caben en una Universidad cuyo prestigio cuesta muchos años alcanzar

Cabe pensar que todas aquellas personas que, gracias a su esfuerzo y sacrificio, llegan a la Universidad, se deben sentir tanto privilegiadas como responsabilizadas de acometer la senda más dura del conocimiento que uno puede adquirir. Y aquellos que logran alcanzar estos niveles de enseñanza deben sentirse orgullosos por el camino que emprenden, porque se convertirán en los profesionales mejor preparados que un país puede tener. Pero parece que últimamente más de uno busca subterfugios que le permitan alcanzar niveles intelectuales que, a lo mejor, la naturaleza no les ha sabido otorgar, pero que el engaño o el esfuerzo de otros sí se lo permite. Y surge la terrible duda: ¿si estas personas que nos representan no son lo que dicen ser, porque hemos de confiar en lo que dicen creer?

Para la mayoría de las personas y sus familias la época universitaria requiere de un sacrificio que sólo se ve recompensado con la ilusión de un objetivo final. Horas de estudio, de insomnio y de investigación que supondrán años de esfuerzo y de fatigas, pero que culminarán con la seguridad de tener ante nosotros a las personas más especializadas en su campo que se puede lograr. A pesar de que muchos hayan querido relativizar el nivel de formación de la Academia, todo universitario posee al terminar el más amplio abanico de posibilidades profesionales que alguien pudiera desear. De ahí que, si bien no siempre se comienza por el trabajo deseado, también es cierto que su nivel de desempleo es el mínimo existente.

Y en esta formación, es el grado de doctor el que más esfuerzo y dedicación requiere. Porque el camino del aprendizaje que nos lleva al conocimiento es duro, pero si uno mismo no hace el esfuerzo de recorrerlo no sirve de nada. De ahí que, solo de pensar que alguien quiera obtener este nivel académico sin apenas esfuerzo, es razón más que suficiente para retirarle tal consideración. La cantidad de años de experimentación, de lectura, de revisiones y de contradicciones que requiere la redacción de una tesis doctoral, antes de lograr resultados y conclusiones novedosas, deberían servir de admiración y respeto para los que hoy están arrastrando el nombre de ciertas universidades a los pies de los caballos. Ni las becas sin esfuerzo ni los títulos sin valor caben en una Universidad cuyo prestigio cuesta muchos años alcanzar y parece que apenas unos minutos en denigrar.

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