Duele y preocupa ver a Puigdemont, el presidente catalán que se sopla el flequillo, con sus huestes independentistas, haciendo el ridículo al presentar en sociedad una 'ley suprema' catalana -así la llaman- que está por encima de todas las leyes habidas o por haber, Constitución incluida, que le permitiría convocar el referéndum para la independencia, fijado para el 1 de octubre, y si lo ganan por sólo un voto de diferencia, proclamar, 48 horas después, la 'República independiente de Catalunya'. Y en caso de perderlo convocarían elecciones para continuar el 'procés' indefinidamente. Una tontería, pero como tantas otras sucedidas en este país, es fácil pasar de la bufonada a la tragedia. Porque no se trata de votar o no votar, sino de que el voto no es derecho exclusivo de los catalanes y, por lo tanto, en cuestiones que afectan a la soberanía nacional se tiene que escuchar al 'pueblo soberano' que somos todos, no los de una parcela del territorio común. Esa es la democracia y no la que se inventan algunos catalanes. Los independentistas parecen haber caído en la paranoia al agarrarse a una quimera que nunca van a alcanzar.

Pero se pare o no por los medios legales este golpe contra el Estado -más peligroso que el del 23-F, porque los secesionistas tratan de utilizar como escudo a la ciudadanía, como han dicho los atrabiliarios gobernantes-, quedará flotando la absurda idea de supremacía, de división y de desigualdad, que comienza en la propia Cataluña y se irá extendiendo al resto del país. Manosear de esta forma tan peligrosa una idea vieja, totalmente desfasada, es inquietante. Y los partidos políticos -y no sólo el que gobierna- lo saben. Por eso deben demostrar en estos momentos una concepción de Estado y hacer frente al reto. Creo positiva la reunión que han mantenido Rajoy y Sánchez, donde se ha hablado del asunto, aunque haya lógicas diferencias de abordarlo. Ciudadanos ya sabemos que, siendo sus raíces catalanas, también son contrarios al aventurismo secesionista que, en el caso de la antigua Convergencia, es cosa de nuevos conversos para tapar sus vergüenzas en el trapicheo con que han gobernado Cataluña. Queda Unidos Podemos que, en su absurda idea de plurinacionalidad, aceptarían un referéndum pactado y vinculante y la desmembración del Estado, si así lo decidiese la mitad más uno de los catalanes. Cuando tantos problemas reales existen en España y en Cataluña -corrupción, desigualdades sociales, lagunas de pobreza que no se tapan con estadísticas- supongo que habrá que hacer un esfuerzo para resolver este dislate, antes de llegar a la fecha fatídica del 1 de octubre. Nos queda todo un verano por medio. Por cierto, recordemos los veranos nefastos de nuestra historia.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios