Mitologías Ciudadanas

fABIO rIVAS

Me llamo sergio

Tras el inquietante desconcierto de los resultados de las últimas elecciones -fruto entre otras razones de la incapacidad narcisista de nuestros políticos para coaligar un programa de acción política sensato con las mimbres de la realidad, y no de sus megalomaníacas ensoñaciones-, me reconforta leer una noticia que no debería ser noticia, sino algo cotidiano, incluso en el mundo de los adultos y sus "sesudas" razones. Es la carta que un niño de 9 años remite al colegio de árbitros de Málaga. Es corta y la transcribo tal cual: "Esta carta es para el Colegio de Árbitros de Málaga, dirigida especialmente a Ignacio Tomás Fernández. Soy portero del benjamín A del CP Mijas Las Lagunas, jugando en 3ª Andaluza Grupo 2. El pasado 2 de noviembre, jugando en nuestro campo, cometí el error de insultar al árbitro llamándole "tonto". No es mi forma de actuar, es la primera vez que me pasa y aunque suena a excusa, me puse muy nervioso al ver a dos compañeros tirados en el suelo llorando, estábamos perdiendo y encima nos metieron un gol. Tengo nueve años y tendré que ir aprendiendo de mis errores. Mis padres y entrenador ya me regañaron con lo ocurrido. He aprendido y sé que tengo que respetar siempre la decisión que tome el árbitro. Pido perdón a Ignacio Tomás por lo ocurrido, no me volverá a pasar en ningún partido y espero que acepte mis disculpas. He sido sancionado tres partidos sin jugar y, aunque me parece demasiado, asumo las consecuencias".

He dicho que una carta como esta me reconforta. Alguien comete un error y se disculpa (por escrito). Disculparse y reconsiderar las cosas: ¡Qué buen ejemplo para nuestros políticos y, sobre todo, para nosotros, adultos que nos jactamos de hacer siempre bien las cosas (porque las hacemos nosotros) y que, cuando se nos interpela y se nos afea algún quehacer, como el resorte metálico de una afilada navaja albaceteña, saltamos argumentando no haber sido bien comprendidos, cuando no tergiversados, mal interpretados, bla bla bla…!

Y ahora, Sergio, me dirijo a ti, al que no conozco. Eres un caballero, un ciudadano digno capaz de hacer cosas, recapacitarlas y responder por ellas. Enhorabuena a ti y a los que de alguna manera han influido en la dignidad de tu acto. No quiero extenderme más. Solo decirte que, cuando alguien comete un error o no aprobamos lo que hace, eso no lo convierte en un tonto -o en el adjetivo que en el caso concreto parezca convenir-. No se puede atacar, denigrar, insultar, impunemente a las personas, pero sí -y es muy sano hacerlo- criticar, mostrar nuestro desacuerdo (en público o en privado) con sus actos. Ni se puede ni se debe comulgar con carretas y carretones. Se respeta a las personas, pero no siempre hay que respetar las opiniones ni los actos de las personas. Ese árbitro no es un tonto, en todo caso hizo una tontería, y hay que hacérselo saber.

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