La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

Cómo llegó a esto Cataluña

Ya lo dijo Einstein: el mundo no está en peligro por las malas personas, sino por aquellas que permiten la maldad

La mediocridad temeraria de los prohombres del secesionismo catalán no impide reconocerles su gran mérito: han logrado, con paciencia y tenacidad, galvanizar el malestar de una de las sociedades más prósperas de Europa y convencer a casi la mitad de sus conciudadanos de que la culpa es de la odiosa España. Y sin coches-bomba ni disparos en la nuca, como otros.

¿Cómo lo han hecho? Mediante un descomunal ejercicio de manipulación de las conciencias y un despliegue desacomplejado de todos los resortes de la hegemonía cultural. A través del control de los medios de comunicación de masas y, especialmente, de la educación de varias generaciones, a las que se ha inculcado la aversión al no catalán e inoculado el virus del nacionalismo excluyente y el enemigo exterior. La reinvención de la historia y la destructiva utopía identitaria son sus signos.

Ello ha sido posible por la convicción anestesiante de sucesivos gobiernos de España, del PSOE y del PP, de que los chantajes de la minoría política catalana eran puramente económicos (los catalanes, al fin, solamente querían más inversiones y mejor financiación) y que valía la pena, siempre, acceder a sus reivindicaciones a cambio de que ellos pudieran quedarse en La Moncloa. Nunca supieron ver, por pura comodidad y conveniencia, el trasfondo político de los planteamientos nacionalistas. Nunca les importó analizar lo que se estaba enseñando en las escuelas y difundiendo en la televisión, ni comprendieron el alcance último de la postergación del castellano o los letreros sólo en catalán en los centros de salud y en los escaparates de los comercios.

Pero, sobre todo, ha sido posible por la pusilanimidad y cobardía de la clase dirigente y pensante de Cataluña. Con todas las excepciones que se quieran, la burguesía catalana, los líderes empresariales y sindicales, la intelectualidad más influyente se han acomodado al discurso de la secesión y no han levantado la voz ni, mucho menos, han organizado la resistencia cívica contra un proyecto tan retrógrado y condenado al fracaso. Sencillamente, se han tragado sin rechistar que España roba a Cataluña, que la independencia llevará al progreso y no al empobrecimiento, y que Europa acogerá con los brazos abiertos a una Cataluña segregada a impulsos de la CUP.

Hay que recordar lo que dijo Einstein hace una temporada: el mundo no está en peligro por las malas personas, sino por aquéllas que permiten la maldad.

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