La invasión alienígena de Invader ha dejado claro que no es que muchos españoles no lean un solo libro al año, sino que tampoco escuchan otra música que no sea el chunda-chunda que atormenta las noches de los vecinos del centro. Si no fuera así, los responsables de esta ciudad sabrían que, como dice Serrat, hay cosas que no se dicen, otras no se hacen y algunas no se tocan. Si eres el Obispado, no puedes decir que has solicitado a la Consejería y al Ayuntamiento la retirada del mosaico de marras porque das a entender que te desentiendes del mantenimiento de tu patrimonio. Si te escriben en la fachada un Te quiero Yenifer, te toca volver a pintar. Que lavarse las manos es cosa de Pilatos y juega en el equipo contrario. Tampoco puedes decir que quizás la obra de Invader tenga "más importancia que el Palacio Episcopal", por mucho que dirijas el CAC. Porque da la impresión de que, comparando churras con merinas, superpones el valor comercial del artista plástico contemporáneo al inmaterial de la obra arquitectónica histórica. Como alcalde no se dice que se está a la espera de lo que diga la Junta sobre este asunto, porque nadie entiende por qué en este caso sí y en el centenar de disputas restantes no. Y si sostienen al alcalde desde la oposición a la espera de que llegue la oportunidad, no esperas a que la Policía descubra la identidad del infractor para pronunciarte, porque lo que te preguntan es por tu opinión sobre el hecho en sí, y si se quiere ser alcalde, hay que tener criterio y no esperar a saber qué hace la gente para hacer como Vicente. Aunque pueda ser lo que hace el alcalde cuando dice que hay que esperar la valoración de los propietarios y los mete a todos en el mismo saco. Decir esto es contradecir a sus técnicos, que imponen el color con el que hay que restaurar las fachadas o abren expedientes a un comercio por decorar su fachada con los mismos grafitis que les pagamos a los responsables de decorar el Soho.

Si esto no se dice, antes no se toca la pared de un BIC sin la autorización oportuna. Porque el problema es que, a la postre, no se hace nada. No se retiran los cofres y los cables de las compañías suministradoras ni la señal de tráfico que ensucian esa fachada. Ni el chiringuito adosado al CAC en forma de chill out gastronómico. Ni la empalizada de señales que ocultan la restaurada fuente de Reding, los metacrilatos de las tiendas de compro oro...Nada.

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