La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Con la madre de Iván

En casos como el de Iván no parece proporcionado que la pena máxima sea de cuatro años

María José Jiménez, con el aval de 253.000 firmas (entre ellas la mía) respaldando su petición, acude hoy al Congreso para solicitar a los partidos la modificación del artículo 382 del Código Penal. Le dejo la palabra, tomándola de la plataforma Change.org en la que ha reunido las firmas: "El 9 de diciembre de 2016 un desalmado arrebató la vida de mi querido hijo Iván, que tenía 15 años. Le mató porque conducía habiendo consumido cocaína, alcohol y psicotrópicos, y a una velocidad que triplicaba la máxima permitida. Iván estaba esperando en la parada del autobús y le arrolló. Aun con sus 34 folios de antecedentes penales y su conducción temeraria, la pena máxima que contempla nuestro Código Penal para este individuo es de 4 años de prisión. 4 años máximo por subirte a un coche robado habiendo consumido drogas y alcohol, ponerte a 130 kilómetros por hora en la calle Castellana de Madrid y matar a un niño de 15 años. Por favor, matar así no puede salir tan barato. (…) Hay que modificar el artículo 382 del Código Penal para que la pena por matar a alguien por conducir bajo los efectos del alcohol y/o las drogas pueda aumentarse en 1 o 2 grados (hasta 9 años de cárcel). Aquel diciembre le pasó a mi hijo cuando volvía de ver con su padre las luces de Navidad, pero ninguno de nosotros estamos a salvo".

Lo que se pide no es que todos los accidentes con resultado de muerte en los que intervenga el consumo de alcohol sean castigados con el mismo rigor, sino que en casos como el de Iván -con tantos agravantes- la pena pueda elevarse más allá de los actuales cuatro años. Se trata de algo extremadamente serio. Según la DGT, el 43% de los conductores fallecidos en accidente de tráfico y analizados por el Instituto Nacional de Toxicología tenían presencia en sangre de alcohol, drogas o psicofármacos. El consumo de alcohol y drogas es la cuarta causa de accidentes tras la conducción distraída, la velocidad inadecuada y el cansancio o el sueño. En el caso de Iván, además, el fallecido no es el conductor: la conducción temeraria y el consumo de alcohol y drogas también provoca muertes de inocentes, ya se trate de otros conductores, peatones o quienes como este chaval esperaban un autobús. Se juega con la propia vida y con la de los otros. Y cuando concurren tantos agravantes como en el caso que hoy esta madre lleva al Congreso no parece proporcionado que la pena máxima sea de cuatro años.

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