Todo es relativo

ÁNGEL RECIO

la maldad televisada

UNA mujer de 40 años, madre de una niña adolescente, se debate en estos momentos entre la vida y la muerte en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Regional. Trabaja en un salón de juegos de la avenida Velázquez y el pasado viernes un supuesto cliente, un hombre asiático, le dio una decena de martillazos en la cabeza. Robó 2.800 euros y, con toda la frialdad del mundo, entró en el baño e intentó rematarla cuando la víctima yacía inconsciente en el suelo.

Este indeseable ya ha sido detenido y se le acusa de robo y tentativa de asesinato. Habrá que demostrar su culpabilidad en un juicio y, si se consigue, le caerá la pena correspondiente. Este es uno de los múltiples sucesos que ocurren en Málaga y en el resto de España a diario. Estamos relativamente acostumbrados a leerlos, escucharlos o verlos en los medios de comunicación y la capacidad de sorpresa es, desgraciadamente, cada vez menor. Sin embargo, la crudeza es la misma.

Nos estamos insensibilizando hasta extremos, a mi parecer, preocupantes. Buena culpa de ello la tienen las series de televisión, que han banalizado la muerte hasta llevarla a ser considerada como una mera distracción de sofá. El domingo estaban poniendo una serie llamada El cuerpo del delito. Una de las protagonistas, sin comerlo ni beberlo, estaba cogiendo algún tipo de víscera humana y la estaba cortando con la misma calma como el que hace unos recortes de revistas para un trabajo del hijo en el colegio. Obviamente es el día a día de los profesionales forenses y biólogos, pero no es necesario mostrarlo de forma tan explícita en un producto de entretenimiento.

Pero ya da igual. La muerte es un espectáculo trivial y cuanta más sangre y más insensible se sea mejor. Hay que bucear mucho en la programación para encontrar una serie que no sea de policías, asesinatos, forenses, criminólogos, etcétera. Incluso algunas que combinan humor y sucesos, como Castle o Los misterios de Laura, tienen escenas bastante desagradables.

La vida real tampoco ayuda. Los telediarios emiten las imágenes de personas asesinadas con la misma frialdad que el último gol de Messi. Todo vale con tal de obtener audiencia y se pasan por el forro la dignidad de miles de personas fallecidas y de sus familiares. Como mucho te advierten de que las imágenes son duras. Una excusa que causa, si cabe, más enojo.

Entre la ficción y la realidad, los delincuentes habituales o en potencia tienen un auténtico manual de fechorías que pueden hacer e incluso cuál podría ser la reacción y el trabajo policial. ¿Quién sabe qué pasa por cada cabeza y cómo puede influir tanta maldad televisada?

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios