Un día en la vida

manuel Barea /

No mandéis mensajes

NO mandéis mensajes, tíos -ah, y tías, que se rebotan las feministas-, ni para dar ánimos ni para felicitar ni para dar el pésame, y mucho menos para informar de que os encontráis en pleno trance por culpa de las bajas pasiones y os gustaría mucho que fueran más altas, y tampoco para requerir que necesitáis colmar vuestra adicción a los fármacos o a tal o cual droga, y ni siquiera para quedar con los colegas en el botellón o en el pub -según la edad de cada cual- con la intención de acabar la noche viéndolo todo pixelado. Y desde luego no mandéis mensajes de solidaridad a nadie si sois incapaces de hacerlo sin lanzar un escupitajo a un tercero para reforzar que vais a muerte con el destinatario de vuestro afecto. No debéis mandar mensajes ni a vuestra abuela, en el caso de que la tengáis y le hayáis trastornado lo que le queda de vida creyendo que la modernizábais y la poníais al día regalándole un móvil de última generación porque así os sentís menos culpables cada vez que recordáis que está sola y arrumbada como un mueble viejo.

Y si vais a mandarlo porque sois de esos compulsivos que no se pueden quedar quietos y los dedos se os van y se os disparan a un ritmo entre histérico y epiléptico, ojo con lo que escribís, por muy críptico que os parezca: hoy por hoy, todo acaba desencriptándose y el mensaje emerge como un ñordo flotante. Así ocurre con algunas cosas que hemos hecho o han acontecido en nuestro pasado, una fosa abisal minada de pecios no necesariamente cargados de tesoros que el día menos pensado suben a la superficie. Mirad si no lo que le ha ocurrido a la mismísima Reina (Ltzia en el ciberespacio). Aunque en su caso, de mensaje cifrado nada de nada. Pasó de encriptar, dejó la fineza a un lado y llamó a las cosas como creyó que debía llamarlas y puso "mierda" con sus seis letras para referirse a un periódico por publicar un reportaje sobre su amigo el empresario Javier López Madrid y su implicación en la trama de las tarjetas black de Bankia. También, quién sabe si para dejar constancia de su poliglotía o de su francofilia, escribió merde. Cuando lo leí pensé que fue un brote espontáneo por su pasado en este gremio: la mayoría somos muy mal hablados. Pero no, lo deseché enseguida al leer eso de "un beso compi yogui..." A mí uno de estos que están conmigo me escribe eso y ya sabe a dónde lo mando. Con móvil incluido.

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