No hay manera. He intentado varias veces escribir algo digno sobre el Capitán Veneno, pero se ve que también se llevó las musas. Tiene hasta su lógica; antes solo necesitaba leer algo suyo para sentir un enérgico nivel de inspiración. Por eso su adiós es más que el de un gran músico o un poeta. Por encima de todo, se ha ido un librepensador. Un valiente discurso en plena época de borreguismo y pensamientos fotocopiados. Un tipo que, como él mismo defendía, hacía avanzar la historia a golpe de revolución.

Me pregunto qué opinaría Juan Carlos Aragón del Carnaval de Málaga. No de su nivel, sino de las guerras intestinas que continuamente lo zarandean. Una de ellas, incluso, con el feo gusto de ser en su nombre a cuenta de un homenaje en las calles de nuestra ciudad tras su fallecimiento. La última proviene de un homenaje que la Fundación Ciudadana Carnaval de Málaga hará por los 40 años de la recuperación de la fiesta.

No tengo intención de valorar la iniciativa, de jugar a jurado que determine quién debe enarbolar ese homenaje o las coplas que se elijan. Solo quiero transmitir mi pena porque desde fuera siempre queda la sensación de que hay quien quiere un carnaval cortijero, quien olvidar sus semillas, quien critica lo que hace mal la Fundación pero por lo bajini… demasiados palos en las ruedas, demasiadas facciones dentro de un bando que debería ser unánime.

No hablaré de lo antes ni de lo nuevo; de maestros ni discípulos; de homenajes ni afrentas. Me limitaré a compartir mi recuerdo más bonito del carnaval: en un ensayo, unos niños cantaron espontáneamente la (a mi gusto) mejor presentación de la historia del carnaval malagueño, de la comparsa Caja de Música, que data de un año (1994) en el que ellos eran bebés que ni sabían hablar. Niños entusiastas soñando con hacer algo grande a los que un mito de esta fiesta, desinteresadamente y privándose de tiempo familiar, quiso ayudar sabedor de que podían ser un relevo interesante y necesario para los más veteranos.

Yo no quiero guerras intestinas, por más que sea imposible poner a todos de acuerdo. Me quedo con los muchos que ponen todo su corazón en honrar lo de antes y regar lo que viene para mañana, en los que vienen abiertos a respetar y mejorar lo que aprendieron de sus referentes.

Solo tengo una cosa muy clara: las mejores historias son siempre las que cuentan los abuelos; pero son sus nietos contándolas los que las hacen eternas.

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