Fuera máscaras

En la nueva era, la mascarilla habrá que recuperarla en las distancias cortas antes de iniciar la conversación

Pedro Sánchez ha decidido destaparnos la boca desde el 26 de junio, el último fin de semana del mes. Un Consejo de Ministros extraordinario para que la sociedad pueda mirarse de nuevo a la cara en la calle. Moncloa está ávida de proporcionar buenas noticias a una parroquia que muestra signos de desafecto hacia el gobernante en jefe. Pero hay que reconocerle su capacidad para hurgar en la chistera para exhibir más trucos que aquella Magia Borras.

Un prestidigitador que capea momentáneamente el temporal de los indultos y que, antes de que se conozca la factura de la luz de este mes, anuncia que libera a la ciudadanía de las odiadas mascarillas y le devuelve la felicidad. El presidente derriba el símbolo de esta pandemia como caen las estatuas en las revoluciones.

Será curioso comprobar qué seguimiento hace el rebaño, inmunizado o no, tras escuchar la homilía. Porque dudo que desaproveche la ocasión para dirigirse al pueblo. ¿Y después? ¿Sufrirán los caminantes que desconfíen las miradas de represión de los que paseen descubiertos? ¿Se convertirá la mascarilla a partir de ahora en un símbolo de rebeldía contra el poder? Desde luego hay que reconocer algunas ventajas al burka sanitario. Ha servido de coartada ideal para los desmemoriados, felices con el discreto anonimato que facilitaba la prenda y que permitía, con justificación, no reconocer a un prójimo por más que te lo cruzaras a unos centímetros. Aunque hay que convenir que estos últimos catorce meses han proliferado auténticos especialistas en identificación ocular con los que no colaban las excusas del despiste. Por cierto, la lógica dictamina que en esta nueva era, cuando se establezca el contacto visual y se avance a la fase del diálogo el tapabocas habrá que recuperarlo para las distancias cortas, antes de iniciar la conversación. O emplazarla a la terraza de algún bar. Así es la sucesión de absurdos que han marcado las pautas de convivencia.

Desde luego será interesante comprobar la capacidad del liderazgo político sobre esta sociedad hiperinformada para cambiar un hábito de un día para otro, sin mediar una amenaza de sanción. A ver qué poderosas razones de expertos se esgrimen para disipar por decreto los miedos acuñados durante un año porque los contagios se producían por las partículas que flotaban por el aire y no había otra manera de protegerse que con el tapabocas. Y como contraste, la actitud del Ejecutivo andaluz que insiste en que no hay razones para recuperar la libre respiración hasta que ellos decidan darnos la buena nueva. Veremos si su recomendación es ponerle puertas al campo ante una sociedad harta de tanta mascarada.

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