NOTAS AL MARGEN
David Fernández
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El Psoe de Extremadura no pudo transmitir mensaje más breve y más sentido: “Rotos y rotos de dolor. Guillermo, gracias por todo. Gracias por tanto”. Mensaje, se notaba, que salía directamente del corazón. Cualquiera que haya conocido a Guillermo Fernández Vara, presidente del gobierno extremeño durante 12 años en dos etapas, comprende lo emotivo de esas palabras. Vara era un hombre que se hacía querer, y en las muchas declaraciones y tuits que se produjeron ayer domingo, tanto los amigos como compañeros de partido, así como sus adversarios políticos, coincidieron en que Vara, uno de los políticos nacionales más emblemáticos porque su personalidad iba mucho más allá de su tierra, era un hombre de trato impecable, respetuoso con todo el mundo, íntegro, moderado en su comportamiento, dialogante, conciliador. Con una profundísima vocación de servicio. A los extremeños, por supuesto, pero también al resto de los españoles.
Nunca sorprendió que su nombre apareciera siempre en las quinielas de posibles socialistas para ser un día presidente de Gobierno. Le sobraban méritos, capacidad y trayectoria como para serlo. Hombre muy cercano al otro gran presidente de Extremadura, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, compañero y amigo al que sucedió en el despacho presidencial de Mérida, Vara contaba con una marcada conciencia social, y realizó profundos e importantes cambios en esas políticas, sobre todo en el campo de la Sanidad, que conocía en profundidad por su procesión de médico. Además de lo dicho, era persona de trato cercano y no buscaba excusas para evitar situaciones incómodas, daba la cara. Transmitía confianza, y la daba.
Probablemente lo que nunca explicó bien fue su cambio de actitud respecto a Pedro Sánchez. Cuando empezó a advertirse su peor cara, y la mentira se hizo presente con toda su crudeza, Vara apoyó con firmeza su expulsión del partido cuando Sánchez intento mantenerse al frente de la Secretaría General y, con trampas, quiso impedir la votación del comité federal del Psoe que le desalojaba del cargo. Sin embargo, el extremeño apoyó a Sánchez meses después cuanto se empeñó, y logró, recuperar el mando del partido.
Hace dos años anunció su retirada de la política activa para cuidarse, sufría un cáncer. Desde entonces, sus apariciones públicas han sido muy escasas. Su deterioro físico, que se advirtió en un acto familiar, auguraban que el final estaba próximo. Su silencio impidió conocer su estado de ánimo respecto al PSOE de Sánchez. Pero cualquiera que lo haya conocido intuye que Vara, de probada integridad, no debía sentirse cómodo ante un secretario general y presidente de Gobierno que pasará a la historia como uno de los dirigentes que ha llevado a España a unas cotas de corrupción económica y moral jamás conocidas. Descanse en paz. Su familia y sus compañeros saben que el dolor se apacigua con el consuelo de que cuenta con el respeto y afecto de una inmensa mayoría de españoles.
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