Ojo de pez

Pablo Bujalance

pbujalance@malagahoy.es

Los méritos

La mayoría de la gente no se ha quedado en casa porque lo dijera Sánchez: era lo que había que hacer y se ha hecho

Crece entre buena parte de la opinión pública, la que escribe en los periódicos y se expresa en las redes, la tesis de que el confinamiento responde a la decisión de Pedro Sánchez de privar a los españoles de buena parte de sus derechos. Y ahora, una vez asimilada la tesis, crecen en consecuencia las voces que reclaman al Gobierno que estos derechos sean devueltos a sus legítimos depositarios. Por más que buena parte de estas voces sean las mismas que en su día lamentaron que se permitiera la manifestación del 8-M (esto de los derechos funciona un poco como todo: primero los míos y luego, si hay sitio, los tuyos, ya que cada vez parece más difícil que pueda haber derechos para todos), como si entonces el confinamiento lo fuera todo y ahora no fuese nada, sí que parece evidente que una mejor gestión del Gobierno habría permitido llevar una cuarentena más relajada y, por tanto, una mayor actividad económica, cuando no una recuperación más rápida de la misma en sus términos habituales. Pero no deja de ser llamativa la reclamación del derecho arrebatado, especialmente ahora que empieza la desescalada y va a ser más fácil adjudicarse el tanto. Es un poco como si llevásemos un mes y medio metidos en casa a pan y agua por orden del pérfido Sánchez. Lo que, en honor a la verdad, no es cierto. Ni mucho menos.

Por mucho que con más tests, más previsión y mejores decisiones todo habría sido más fácil, sólo nos queda una evidencia: había que quedarse en casa de manera estricta para evitar el colapso del sistema sanitario. Y en esto, por más que los cenizos de siempre pongan el acento en las excepciones (que son exactamente eso: excepciones), la sociedad española ha demostrado un comportamiento ejemplar. No, la mayoría de la gente no se ha quedado en casa porque lo dijera Sánchez, sino porque era lo que había que hacer y se ha hecho. No deja de resultar significativo el modo en que cada día se airea el número de muertos adjudicados a la pésima gestión del Gobierno mientras que el número de víctimas que el confinamiento ha evitado apenas obtiene resonancia en los debates. Y ese balance de vidas salvadas no es mérito ni demérito de Sánchez, sino consecuencia directa de la responsabilidad que la mayor parte de la sociedad civil ha asumido desde el primer día. Con tantos fallecidos no hay nada que celebrar, desde luego. Pero es de justicia darle al César lo que es del César. Incluso ahora.

De modo que convendría desplazar el foco de la trifulca política y dirigirlo a quienes atesoran los méritos. No era una pérdida de derechos, sino sentido común. Así de fácil.

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