Cuchillo sin filo

Francisco Correal

El minuto de gloria

ALGUNA de esas niñas con las que acude cada fin de curso a la fiesta en el patio de las Mercedarias se lo diría a su madre: "Mamá, el abuelo está en la tele". Y no de cualquier manera. Juan Manuel Albendea abrió el telediario de las tres del pasado martes. Siendo el único diputado que a la vez ejerce la crítica taurina -al haber sido banquero desactiva esa leyenda negra de los sobrecogedores-, igual habría cambiado ese minuto de gloria por la gloria de Minuto. El menudo torero sevillano que murió frente a la Maestranza, en la trianera Cava de los Gitanos. Diestro que fue suegro de Zapaterito, torero extremeño con esquiva fortuna que murió en México. Los datos de la fiesta nacional se los debo a mi amigo Ángel Vela. El apodo del yerno de Minuto tiene mandanga política.

Saludé a Albendea al día siguiente del telediario. Se ha tenido que enterar España entera de que Juan Manuel tiene 70 años. Presidía la mesa de edad del Congreso, acompañado por las dos diputadas más jóvenes, ambas de 26 años, ambas del PSOE, una de Murcia, otra de Baleares. Ninguna de las dos tenía edad para votar la primera vez que Albendea obtuvo su acta de diputado. Ha estado en las dos legislaturas de Aznar y en las dos de Zapatero. El tiempo razonable de los mandatos de la Casa Blanca. Y por ahí le salía la analogía en esta elegía de la senectud. Le parece increíble que un joven de 70 años sea el diputado de edad más provecta. Un año menos que los 71 de McCain, el aspirante republicano al Pentágono. Por muy poco le habrá ganado en ese honor a Alfonso Guerra, señoría del 40 que precisamente evocaba a esta liebre que parece correr delante de nosotros yendo siempre detrás cuando eligió un verso de Cernuda para titular sus memorias: Cuando el tiempo nos alcanza.

Guerra ha dicho que resulta escandaloso que él sea el único superviviente de las Cortes del 77. La experiencia siempre estuvo en España bajo sospecha. En todos los oficios, incluido el mío. En aquel Parlamento iniciático, ruptura en toda regla con las Cortes franquistas de Rodríguez Valcárcel, la mesa de edad la presidieron Alberti y Pasionaria. Si vas por Georgia ya no preguntes por la Dolores. La pobre alucinaría al saber que Georgia, la cuna de Stalin, la tumba de Pepe Díaz, ha solicitado su ingreso en la Otan. Habían vuelto los dos, Hansel y Gretel de la revolución, del bosque del exilio. Alberti e Ibárruri.

A Albendea se le ha cruzado su cuarto mandato con la temporada de la Maestranza. El hemiciclo donde más cómodo se siente este diputado cordobés de nacimiento y bilbaíno de formación bancaria. Hasta que llegó a la patria chica de Minuto. Donde vuelve desde la carrera de San Jerónimo.

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