El zoco

juan lópez cohard

El misterio que nadie confiesa

El pasado martes se celebró la ceremonia de entrega del XXX Premio de Poesía Manuel Alcántara. Este año ha sido premiado el poeta y profesor de Filosofía en Madrid, de origen hispano-cubano, Miguel Martínez, por su poema titulado "Una obra municipal". No cabe duda de que el jurado, presidido por Álvaro García, ha acertado plenamente en la elección del poema ganador seleccionado entre más los de 350 poemas presentados. Un poema en el que el tema, junto a la musicalidad y el ritmo, provoca una emotividad que envuelve al poeta y a la colectividad. Un poema tan redondo como el premio.

Coincide, para mi alegría y regocijo en el recuerdo del Maestro, con la reedición, magnífica, por parte de la Fundación Manuel Alcántara y el Ayuntamiento de Málaga, de su obra "Ciudad de entonces" con la que obtuvo el Premio Nacional de Literatura en 1962, en su sesenta aniversario. Manolo fue para mí mucho más que el amigo de tantos y tantos Dry Martinis, Gin Tonics, comidas, cenas o tertulias. Manolo fue mi modelo a seguir, el filósofo de lo trascendente, el maestro de la universidad de la vida, el taumaturgo de las letras, el gran veedor tanto del más acá como del más allá, y todo eso que era para mí desde que le conocí, ya entrado en los setenta y tantos de edad, lo era cuando escribe Ciudad de entonces. En esta obra el maestro se muestra vitalista y existencialista volviendo a sus orígenes, a Málaga, a la ciudad de entonces y de siempre.

Manuel se adentra en la mirada y la meditación de lo exterior y lo interior. A la vez que crea una asociación entre lo objetivo y lo subjetivo, entre la vida (el aquí) y la muerte (el allá), cantada, las más de las veces, con la lírica del soneto. Cada año que pasa en mi caminar más me identifico y más nítido lo veo: "Detrás del bien urdido parapeto / de músculos, tejidos y alegría; / tras la provisional cristalería / de las venas, reside, hondo, el secreto. // ¡Qué vocación de muerto en mi esqueleto! / En el cliché de la radiografía / he visto al que seré -quién sabe el día- / el día en el que Dios me ponga el veto." Dice en los cuartetos de su soneto "Radiografía".

"Alcántara revela madurez desde su inicio, con acusada personalidad, dominio del lenguaje y abundantes hallazgos expresivos", decía de su poesía Alfonso Canales. Y cierto es que desde sus primeros poemas Manuel Alcántara se adentra en el planteamiento de los grandes y profundos interrogantes de la humanidad: la muerte, el tiempo, Dios, ¿quién soy?, ¿de dónde provengo? y ¿a dónde voy? Todas estas preguntas están presentes ya en su primera obra "Manera de silencio". Es en ésta primera de sus obras, de 1955, cuando apenas contaba dieciocho años, que ya se planteaba el tema de la fe en su soneto titulado "Dios" o su propio ser, en el soneto:"Me busco por el tiempo que he perdido / y en las hojas de ayer del calendario, / pero no encuentro el alma por mi almario / ni rastro de aquél viejo conocido".

Es curioso que Manuel se planteara estas cuestiones trascendentales a una edad en la que la mayoría de los jóvenes solo estábamos indagando el profundo misterio que nadie confiesa: dime, ¿por qué cierras los ojos cuándo me besas?

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