La ciudad y los días

Carlos Colón

Un monumento con forma de libro

UN monumento hecho con palabras". Pocas veces se ha definido mejor un libro. Lo ha hecho Maite Pagazaurtundua, presidenta de la Fundación de Víctimas del Terrorismo, al presentar Vidas rotas (Espasa). Un libro necesario. Un libro cuya lectura creo imprescindible. Un libro que paga una deuda que todos nosotros, toda España, teníamos. Un libro que deberá perdurar porque supera lo que cualquier monumento -aun el mejor o más grande- pueda hacer por aquello que conmemora: preservar el recuerdo de la vida que fue arrebatada, otorgar la perdurabilidad que el crimen truncó, permitir que se compartan los detalles que sólo la memoria de los suyos guarda, mantener en un presente continuo lo que fue noticia un día y hoy es papel amarillo de hemeroteca, poner carne y sangre a lo que no deben ser sólo nombres; y aun rescatar esos nombres del olvido en el que han caído o van cayendo.

Porque este monumento hecho con palabras nos dice en sus 1.300 páginas, año a año, nombre a nombre, vida a vida, quiénes han sido las 857 personas que ETA ha asesinado desde que, el 27 de junio de 1960, una bomba colocada en la estación de Amara de San Sebastián provocó a Begoña Urroz Ibarrola quemaduras en piernas, brazos y cara de las que murió al día siguiente. Begoña tenía 22 meses, por lo que, además de la primera víctima, es también el primero de los 21 niños asesinados por ETA. Carlos Enrique Sáenz de Tejada y Diego Salvá Lezaún, guardias civiles de 27 y 28 años asesinados el 30 de julio de 2009, cierran el libro. 49 años de muerte aún no vencida.

Vidas rotas está escrito, con un rigor que ignora el rencor y el sensacionalismo, por Rogelio Alonso, profesor de la Universidad Rey Juan Carlos y director del Máster en Análisis y Prevención el Terrorismo; por Florencio Domínguez, redactor jefe de la Agencia Vasco Press y autor de numerosos libros sobre ETA; y por Marcos García Rey, máster en Relaciones Internacionales y doctorando en Análisis y Prevención el Terrorismo. Cuenta con un espléndido prólogo del historiador Fernando García de Cortázar que abre la lectura de la obra con estas palabras: "Éstas son nuestras víctimas, nuestros héroes fundamentales, nuestras pulsaciones sobre las que late el sentimiento de tener algo fuerte en común. Tan fuerte que sólo con el crimen se cree poder destruir. Defender a las víctimas del terrorismo es, en España, defender a las víctimas de una idea de la civilización y de una idea de la nación… Nuestras víctimas pasan a ser, con sus nombres, con sus rostros, ejemplos vivos de una cultura, formas de llamar a nuestro país y a nuestra democracia".

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