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José Aguilar / Ignacio Martínez

El moroso hispánico Campañas alegres

LA crisis que tenemos encima ha hecho caer un montón de indicadores económicos (el empleo, el consumo, la venta de viviendas, la confianza...) y ha disparado otro: la morosidad. En noviembre pasado el importe total de los recibos impagados de préstamos bancarios subió un 65% en Andalucía, según informaba aquí mismo Rocío Martín. No sólo muchos andaluces deben hasta de callarse, sino que no pueden hacer frente a esas deudas.

Las consecuencias son de imaginar: angustia y quebraderos de cabeza para los afectados y actividad frenética en los juzgados mercantiles, que no dan abasto a tantísimos procedimientos de embargo. Han empezado los embargos por no pagar los créditos al consumo, pero las ejecuciones por impago de créditos hipotecarios no andan lejos. Muchos se embarcaron en la compra de una vivienda -como hogar cotidiano, como segunda residencia o como inversión especulativa- en tiempos de crédito barato y euríbor bajo y ahora que todo eso acabó, todo quedó en el olvido, etcétera, se encuentran con el agua al cuello. Los expertos recomiendan que nadie se endeude por más del 30% de sus ingresos brutos, pero la media no está lejos del 50%. Así no hay quien viva.

Hay gente pa tó, que dijo el clásico: Pere Brachfield es director del Centro de Estudios de Morosología, que, como su propio nombre indica, es la ciencia o semiciencia que estudia esto de la morosidad. A él le debemos la idea de que en España se ha desarrollado una especie de hombre económico perfectamente adaptado a estos hábitos del pago tardío de las deudas contraídas. Se trata del morosus hispaniensis, el moroso hispano, un individuo que se demora en el abono de sus deudas, pero no por mor de coyunturas desfavorables, sino por costumbre y vocación. Un moroso profesional, como si dijéramos, que entronca con la tradición picaresca española, ya secular, pero que la despliega en un ámbito, el financiero, donde no se andan con bromas. Se van directamente al juzgado, a cazar al moroso donde más le duele.

La morosidad es cuestión de cultura y ancestros. El moroso japonés, por ejemplo, se ubica en las antípodas del morosus hispaniensis. El deudor de Japón se atiene a un código del honor tan estricto y a una presión social tan agobiante que prefiere en muchos casos quitarse la vida antes que vivir en la vergüenza de la insolvencia. Muchos de los suicidios de japoneses de los que tenemos noticia obedecen a esa atmósfera de rigidez moral y social. Cómo será la cosa que numerosas entidades financieras obligan a sus clientes a hacerse un seguro de vida al concederles el préstamo deseado a fin de cobrar si fallecen sin haberlo amortizado. ¡Cualquiera le hace tragar algo así al moroso español, morosito valiente!

LA estética manda en las campañas electorales que vemos por la televisión, que son la española y la americana. De la andaluza no hay noticia alguna en los medios nacionales. Esto es lo que hay. El vídeo que ha hecho Will.i.am para Barack Obama, que irradia energía positiva, ha inspirado a un grupo de cantantes y artistas españoles muy conocidos. Victor Manuel, Ana Belén, Miguel Bosé, Juan Manuel Serrat, Joaquín Sabina, Fran Perea, Soledad Giménez, María Barranco y Concha Velasco han hecho una canción coral con el poema defensa de la alegría del uruguayo Mario Benedetti, que ha servido de presentación a la Plataforma de Apoyo a Zapatero (PAZ). Como estamos en campaña, en la presentación, el director de cine José Luis Cuerda le atizó de lo lindo al PP y a los obispos.

Ayer, en un mitin en la plaza de toros de Vistalegre, Zapatero saludó a la primera fila de invitados con un largo abrazo. (Aunque en el caso de Felipe González dio la impresión de que le estaba dando tres o cuatro abrazos consecutivos). Parecía el presidente en plena liturgia, dando fraternalmente la PAZ a sus correligionarios. Hay quien sostiene que Obama ofrece cambio y esperanza, pero no se sabe qué cambio y qué esperanza. Lo que no nos impide enamorarnos de sus formas, de su discurso, de su carisma. No todo es estética, sin embargo, está por legalizar a los inmigrantes ilegales, estuvo en contra de la guerra de Iraq y preconiza un sistema de salud subvencionado para quienes tengan menos ingresos. Pero es verdad que falta algo de concreción en las ofertas de Zapatero y Obama. En particular, los estrategas socialistas confían mucho en el talante y la alegría, convencidos de que el 9 de marzo pesarán más las formas que el fondo.

Por el contrario, Rajoy pone sobre la mesa un asunto nuevo cada día. (Y no nos ahorra su enfado con los artistas que apoyan a Zapatero, a los que considera estómagos agradecidos por el canon digital). Y nos bombardea con propuestas concretas: quiere retirar el derecho de adopción a los homosexuales, prohibir el velo en las escuelas, bajar impuestos, garantizar la enseñanza del castellano en los colegios catalanes. Uno de sus últimos postulados ha sido un visado por puntos para los inmigrantes. Hasta ahora la inmigración en sí misma no había sido objeto de debate electoral en España. En Francia ha sido una buena baza para Sarkozy, heredada del ultraderechista Jean Marie Le Pen. Hace veinte años el líder del Frente Nacional descubrió que los obreros que votaban comunista y convivían con inmigrantes en los barrios de las periferias de las grandes ciudades francesas acababan de bronca con sus vecinos y consiguió robarle muchos votos al PCF con un discurso primero preventivo y luego agresivo. Rajoy busca esa veta electoral. Sus asesores desdeñan, de momento, los beneficios colaterales de la alegría.

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