la tribuna

Cristóbal Villalobos

Nunca hubo tantos motivos

HACE unos meses llamaba en un artículo a la rebelión de los jóvenes, a no bajar los brazos frente a una sociedad decadente que los oprimía bajo una falsa apariencia de seguridad y derechos.

Hace unos meses, y hace algunos años, los problemas de los jóvenes, y de buena parte de la sociedad española en general, eran exactamente los mismos que tenemos ahora. No se ha avanzado, incluso se ha retrocedido en pos de la mejora de un sistema financiero y económico que los ciudadanos de a pie no entendemos y sólo nos sirve, en definitiva, para cercenar nuestros derechos y aplastarnos un poquito más bajo la dictadura de eso que ahora llaman, sin saber, "los mercados".

No hubo nunca tantos motivos para sentirnos indignados, al menos en los últimos lustros, al menos desde que los hijos de los que hicieron la Transición tenemos conciencia política e histórica. Y es que, desde el desarrollismo de los sesenta, es la primera vez que nuestro país pone la marcha atrás.

Al contrario que en las últimas décadas, somos la primera generación que va a vivir, si no lo solventamos raudamente, peor que sus padres. Somos la generación mejor preparada, al menos sobre el papel de nuestros títulos devaluados, y, sin embargo, estamos abocados al paro, al subsidio, a los contratos basura y a las pensiones, si no se las cargan, ridículas.

Y todo gracias a la excelente gestión que de la burbuja inmobiliaria y del esplendor económico hizo el adalid de los derechos y las libertades, el Nobel de la Paz, José Luis Rodríguez Zapatero, un político que pasará a la historia de nuestro país por su incompetencia, gesta de gran mérito en una nación líder mundial en la producción de analfabetos con vara de mando.

Ya se les acabó el cuento de salir con Franco, o con el fantasma de las dictaduras para abocarnos a conformarnos con lo menos malo, con la democracia cutre y falsa, como insinúan en sus declaraciones algunos miembros del Gobierno y de los partidos. No tenemos por qué conformarnos con una partitocracia que, lejos de solucionar nuestros problemas, los agrandan invirtiendo nuestros escasos recursos en el mantenimiento de un sistema autonómico que sólo sirve para descentralizar las prebendas y multiplicar por 17, y dos ciudades autónomas, las cortes y camarillas que antaño formaban parte del paisaje y del paisanaje de la capital del reino.

Se ve que los jóvenes, y algunos que ya no son tanto, me hicieron caso y se indignaron, salieron a las calles y llenaron algunas plazas. Pero he de confesar que, aunque me alegro de que por fin alguien alce la voz, las manifestaciones de este mayo electoral tienen un tufillo a mayo del 68: eslóganes vacíos que quedarán en nada y manipulación de miles de bienintencionados "indignados".

Lo que más me ha molestado de las manifestaciones es, en primer lugar, que se desvíe la inequívoca responsabilidad del Gobierno y del Partido Socialista, liderado por Rodríguez Zapatero, en conceptos intangibles como la "partitocracia", el "bipartidismo" o la "banca". Aunque el sistema sea pésimo, la clase política una casta, el sistema autonómico insostenible o la justicia esté politizada de forma clara y espeluznante, hay un culpable claro de la terrible situación económica y social que vive nuestro país: José Luis Rodríguez Zapatero y el Partido Socialista Obrero Español.

La segunda cosa que hace que me aleje de los manifestantes es la ausencia de enseñas nacionales. Lo primero que hay que hacer para salir de la crisis es creer en España, como proyecto común de nuestra sociedad, como punto de unión de todos los ciudadanos en pos de una sociedad más justa y más libre.

Para salir de la crisis, política, social, económica y, sobre todo, moral, lo necesario es creer en España y en la democracia verdadera. Para ello, se hace estrictamente necesario corregir los errores de la Transición, productos de una serie de pactos necesarios en su momento pero que ahora, superados, o no tanto por culpa de ciertos políticos, los terrores de la Guerra Civil, no debieran ser ya necesarios.

Frente a la abominación de los dos grandes partidos políticos, y de la democracia parlamentaria, que hacen buena parte de los manifestantes, lo realmente necesario es cambiar de Gobierno, el Partido Popular ya demostró que puede sacarnos de la crisis sin menoscabar nuestros derechos, y que los dos partidos mayoritarios lleguen a un acuerdo nacional para realizar las enormes reformas estructurales que necesita nuestra nación, para ello antes el Partido Socialista deberá purgarse y regenerarse.

Ésta es la única fórmula bajo la cual podemos actualmente cobijarnos en busca de esperanza. El primer paso está ya dado. Tras darle un tremendo golpe electoral y democrático al Gobierno durante las elecciones del pasado domingo, el Partido Socialista no tiene otro remedio que buscar nuevos líderes y abrazar nuevas políticas.

Después, cuando el Partido Popular esté en el Gobierno de la nación, tendremos que exigirle que encare reformas que vayan mucho más allá del plano económico y que permitan una democracia más participativa, real y efectiva que busque solucionar nuestros problemas y no se aproveche de ellos.

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