Ante la denuncia de unos vecinos por el ruido que genera el baloncesto extraescolar en un par de colegios, el Ayuntamiento de Málaga podía haber seguido el razonamiento de su alcalde para no darse prisas en retirar los mosaicos de Invader: primero hay que "preguntar en otras comunidades donde se haya producido un caso parecido". Después de una ojeada a la Ordenanza para la Prevención y Control de Ruido, la Ley de Gestión Integrada de la Calidad Ambiental andaluza y el Real Decreto por el que se desarrolla la Ley del Ruido, ignoro en qué artículo se fundamenta la sanción por el ruido de los patios de los colegios, donde es normal que sólo reine el silencio en ausencia de críos. Todo un ejemplo de celo administrativo en la aplicación de una ordenanza en la que las actividades al aire libre están sujetas a la autorización del propio Ayuntamiento, que en analogía con la Feria de Málaga, debería establecer el límite de emisión acústica permitido y el horario de las mismas.

Si la ciudad se ordena para favorecer la convivencia, ésta también obliga a asumir ciertos inconvenientes. Tener colegios junto a casa conlleva soportar molestias a la hora del recreo y que nuestros hijos hagan deporte, que boten la pelota. Lo que a media noche es inaceptable, a las ocho de la tarde es un sacrificio que después de regular hay que asumir.

El Ayuntamiento acaba de pasarle el balón a la Junta. No para que enceste como en el baloncesto, sino como en el rugby, para que le arroye una mole de cien kilos. A bote pronto, se me ocurre que la jugada tiene varias variantes. La Junta no aceptará la cesión de suelo para colegios que no estén separados de las viviendas por una zona verde que haga de pantalla acústica. Los miles de niños que se han quedado sin canchas pedirán al Ayuntamiento varios polideportivos cubiertos. Las mismas instalaciones que les han construido a los del fútbol. Los clubs de fútbol esparcidos por toda Málaga comunicarán las alineaciones en una octavilla en lugar de por los altavoces. Y el Ayuntamiento multará los bares y restaurantes del centro y Teatinos por el ruido que se genera y atormenta a los vecinos desde hace años. No había que pensarlo mucho. Como parece que el ruido debe ser proporcional al número de participantes, podían haber limitado el aforo, desarrollando la línea "de coordinación que debe haber entre administraciones" que también reclamaba el alcalde.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios