Llegó Moreno Bonilla a Málaga ya como presidente de la Junta de Andalucía en plan señor Lobo tarantiniano: aquí estoy yo para solucionar los problemas. Ocurre, a veces, que la vida se parece a una novela de Samuel Beckett y entonces lo mejor que se puede hacer para solucionar un problema es no hacer nada. Negar el problema y listos, hasta luego Lucas. Después de una diatriba sostenida durante años sobre la conveniencia de llevar el Metro hasta el Hospital Civil en superficie o soterrado, en un conflicto en el que la antigua Junta y el Ayuntamiento dejaron algunos desencuentros vergonzantes y en el que los vecinos decidieron ejercer una presión no siempre afortunada, ahora dice Moreno Bonilla que mejor no, que para qué, que de ninguna forma puede llegar el metro hasta allí por arriba y meterlo por abajo cuesta un ojo de la cara, así que chao pescao. No importa mucho, parece, que el presidente hiciera solemne promesa de que el Metro llegaría hasta el Arroyo de los Ángeles más soterrado que los pelos de Noé, caiga quien caiga, cueste lo que cueste, en una campaña electoral todavía caliente; ni que lo hiciera, precisamente, a sabiendas de la inversión necesaria y con la estimación de viajeros potenciales sobre la mesa. Tampoco importa que el alcalde convirtiera el Metro al Civil en una cuestión numantina frente a una Junta de Andalucía empeñada en llevarlo todo por arriba, ni que se arropara al calor prodigado por unos vecinos que no querían ver unas catenarias en Eugenio Gross ni en pintura. La intervención podría ser todo lo deficitaria que quisiera pero había que atenerse al carácter público del servicio y eso implicaba hacer las cosas bien. Porque al final, con Moreno Bonilla en San Telmo, pues hombre, tampoco se pierde nada si el Metro no llega hasta allí, que tampoco va a llegar a Fuente Olletas, y ya puestos, usted dirá. Con los trabajadores del PTA dispuestos a pararlo todo hasta que se eliminen los atascos, es difícil resistirse a la idea de priorizar el Metro hasta Campanillas. Y pelillos a la mar.

Pero la impresión, de nuevo y como siempre, es que, para mayor ironía, cuesta la misma vida hacer las cosas bien en Málaga de una vez. Lo que apunta en el horizonte no es el Metro que la ciudad merece y necesita, por mucho que llegue al PTA o hasta Cártama si De la Torre se empeña. Siempre que se ha hablado del Metro en dirección al Hospital Civil se ha hecho de manera particular, centrada únicamente en el área y en los vecinos, pero apenas se ha tomado en consideración que eran todos los ciudadanos, todos, y más poniendo la línea de cabeza en un hospital, los beneficiarios del transporte. El alcalde, santo varón, cuenta ya un muerto menos en su colección particular, pero a costa de que la ciudad continúe desarticulada, desconectada y vuelta de espaldas contra sí misma, precisamente en la situación por la que se planteó la conveniencia del Metro. Total, con las obras eternizadas, también los malagueños desean que esto acabe ya cuanto antes. Y otra vez será.

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