Cenacheriland

Ignacio del Valle

Mi mujer y los monos

Los monos carcelarios absortos en su despioje comenzaron a dar grandes aullidos

Ella no hizo nada. Estaba precavida con su bolso en bandolera, quieta y encogida de febrero en la guarida de los monos, allá en el Gibralbrexit del planeta de los simios. Entonces un macaco de Berbería se le encarama encima con un abrazo de candidato en campaña y la manita larga para trincar un monedero que no consigue. El pirata carterista chilla y muerde despechado. Trisca la mano de mi santa tatuando un moratón de guasap. Lo de mi señora y los monos, incluido el que le ha tocado en matrimonio, es digno de documental marca National Geographic.

En otro paraje extraño, en esta ocasión Contadora, (isla tropical en su día de muy setentero cuché por ser patria de exilio, de Mohamed Reza Pahlavi, Sha de Persia, y su esposa Farah Diba). En ese paraíso de cartón palmera nuestra protagonista, se acercó con ilusión a contemplar un caseto lleno de monos y ¡Zas! Se pone todo borroso -¡Mis gafas!- Le arrancaron las gafas graduadas de la misma cara. Hasta entonces, en aquel tinglado cochambroso la pechá de primates estaba aplatanada en una jaula tamaño caravana pasando el tiempo viendo los barrotes oxidar. Los monos carcelarios absortos en su despioje comenzaron a dar grandes aullidos, excitados por el trofeo rapiñado a la malagueña que miraba en japonés. En una fiesta de alboroto, aullidos y tumbos hasta el techo, los pinches monos se engorilaron con las gafas afanadas. Se las probaban, las mordían, las chupaban, estiraban las patillas, retorcían el marco y el más canalla de todos los micos se restregaba las antiparras por sus libidinosas partes crecientes mirando fijamente a su víctima cegata. Ante tal desbarajuste, como testigo de excepción apenas pude contener las lágrimas de risa y esperar a que viniese "el encargao".

Una vez reconquistada y desinfectada aquella monada de gafas, mi cónyuge adivinó a leer un cartel en el lado opuesto de la jaula donde rezaba: "Cuidado con los monos" o una advertencia parecida, también aplicable a la inminente cosa de las urnas. Los monos son solidarios, dan besos, abrazos y palmaditas, lo de los puñalitos en la espalda es mas de humanos , por eso mi mujer sigue confiando aun en esos primos que, aunque muerdan y tengan mala fama, por lo menos no le llenan la cabeza de tonterías como su marido o el candidato electoral de turno.

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