Por montera

Mariló Montero

Los niños del pijama de rayas

CUANDO los nazis querían acallar los rumores de la sociedad sobre los crímenes que se cometían en los campos de concentración recurrían a cualquier argucia. Como bien refleja la película El niño del pijama de rayas, en casa de un militar de alto rango se convocaba, por ejemplo, a gentes de la alta sociedad alemana a una cena de gala servida de buena gastronomía y excelente champagne. Sólo a los postres, mientras los invitados gozaban de sus valiosos puros, era proyectada una película que revelaba la auténtica vida dentro de los campos. El interior aparecía como una pequeña ciudad formada por floreadas casas de madera frente a las que se apostaban numerosos judíos que irradiaban felicidad. Allí, mientras los prisioneros echaban una distendida partida a cartas, sus hijos correteaban alegres a su alrededor.

La actualidad sobre lo que podría estar ocurriendo en el interior de algunos centros de menores resulta inquietante. Que a veces se vulneran los derechos más básicos de los niños y adolescentes internados en centros terapéuticos de menores ya lo denunció el pasado mes de febrero Enrique Múgica. Hubo quien dijo que no hizo más que desvelar lo que se califica como un secreto a voces. Tras una delicada investigación a 27 de los 58 centros de menores que hay en España, el Defensor del Menor publicó un informe en el que denunciaba la vulneración de los derechos más básicos de los menores.

Niños internados sin orden judicial, chicos a los que se les suministra psicofármacos de manera abusiva, jóvenes excluidos en celdas de aislamiento, menores que sufren castigos físicos, agresiones, se les grita, insulta, amenaza y demás vejaciones. Nueve meses después aún se espera una respuesta de las comunidades autónomas implicadas y de la Fiscalía General de Estado, quien se comprometió a un pronunciamiento.

Desconozco el motivo de la condena que cumple el joven agredido por cuatro guardas en el centro de menores de Badajoz y lo que hiciera para recibir semejante paliza. Lo que sé es que ese trato no es una ciencia ni asignatura profesional para la rehabilitación de ningún menor recluido. Existen denuncias sobre centros como el de Picón de Jarama, Casa Joven o Baix Vinapló, todos gestionados por La Fundación O'Belén, donde, aseguran, se vulneran los derechos más básicos de los niños.

Un vídeo nos ha mostrado ahora la realidad sufrida por un joven interno en un centro de menores de Badajoz. Y tras él, las denuncias toman fuerza. Me gustaría tener la posibilidad de ver con mis propios ojos la realidad de un centro de menores. Saber quién dice la verdad. Temo que tendré que decidir entre dos posibilidades. Una, creer la versión oficial, según la cual los chavales son atendidos por profesionales, educados, motivados para su integración en la sociedad y para que puedan contribuir al crecimiento del país. Y otra, que repite que se les muele a palos y no se les permite hacer deporte, leer ni estudiar ante la ausencia de profesionales que se cogen la baja. ¿O nos tapamos los ojos?

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