Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

En nombre de la libertad

La gente corriente acusa el cierre temprano de la hostelería, el toque de queda y el confinamiento por venir. Pero ni mucho menos tanto como la gentuza, los maleantes, los energúmenos y los vándalos de cada familia y cada barrio, por lo general apiñados en grupos. Por eso surgen aquí y allá, en Nápoles, Sevilla, Burgos o Bilbao, manifestaciones convocadas justo un rato antes del límite establecido por las autoridades -esa constelación competencial nuestra, como de orquesta desafinada- para poder estar en la calle, con el objetivo indisimulado de practicar la guerrilla callejera y la coartada de las medidas gubernativas. Las familias y los barrios no tienen culpa alguna de que el infortunio les haya castigado con un descerebrado con propensión a la violencia y el nihilismo, o sea, fulanos que practican la negación de todo valor moral o social, o más: meten fuego a todo principio.

Las desquiciadas cabecitas que no dudarían en patear la cabeza de un inocente hacen gala de poca vergüenza y se escudan en la reclamación de "libertad", a la que gritan a coro repetitivamente como gurkas conjurándose antes del ataque. Al menos en las primeras manifestaciones desde que la segunda ola de contagios amenaza con reventar el sistema de salud de los países, no debemos dudar de que en las razias nocturnas que castigan a vecindarios obreros y en general ya castigados de suyo hay un porcentaje de personas de buena voluntad, que sienten angustia y desesperación ante la pérdida de su empleo o el hundimiento definitivo de su pequeño negocio de hostelería; el vértigo de la pobreza y la indignidad. Pero no nos engañemos: el corazón de esas manifestaciones lo manejan golfos habituales.

Un poco como lo que sucede tras la portería de los estadios: entre aficionados que gustan de cantar y asumen la función de animar se infiltran verdaderos comandos de canallas que apestan el nombre del fútbol y de sus equipos y aficiones. Las gradas vacías los han dejado con los pies colgando, y el toque de queda les da la oportunidad de calmar su mono de leña sin verdadera causa. Consiguiendo, como anteayer en el barrio burgalés de Gamonal, que la Policía saliera patéticamente por piernas. Leña de respuesta contundente y sin demasiado miramiento es lo que merecen por parte de las fuerzas del orden.

Hay, en fin, otros grupos que reclaman libertad con enardecimiento, cuando en realidad no es la libertad un valor central de su ideario social, ni mucho menos. No van ataviados de soldados urbanos en inquietante negro. Pero ese es otro cantar.

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