PEDRO Sánchez, como buen político de laboratorio contemporáneo, es probable que tenga en su coche una selección de las mejores canciones del bando republicano en la Guerra Civil. Así, seguro que cuando engola la voz para reiterar ese hallazgo tan suyo -"No es no"- le viene a la mente lo del "no pasarán" y se siente henchido como un miliciano en la heroica resistencia de Madrid. "Yo soy el último bastión", pensará cuando quiere olvidarse de que, en realidad, lo que anda haciendo es intentar salvar el cuello en el proceloso océano de la política patria y en especial en las aguas del socialismo, donde están, como es lógico, sus enemigos más temidos. La fanzone de Sánchez, que la tiene y no escasa, se emociona sin embargo con tal posición de bloqueo y sus seguidores, en cualquier debate, tratan de silenciar al contrincante con un "No es no" que ellos entienden como una frase histórica frente a lo que denominan con afán dudoso las derechas. Y con todo eso, claro, levantan el ánimo y se olvidan de que Sánchez se ha pegado dos leches consecutivas de lo más vergonzosas, pues no han perdido ante un rival en forma sino ante un PP que cabalga por el páramo en llamas con un candidato amortizado y una peste a corrupción que les viene desde muy diversos puntos del país. El "No es no", tan gallardo, tan marcial, se torna por ello en un "No es nooorr", mucho más divertido y dicho con deje del maestro Chiquito de la Calzada, a quien Dios guarde. Sánchez, incluso, se lanza a la aventura y empieza a fabular con la posibilidad de un gobierno presidido por él, apoyado por Unidos Podemos y Coalición Canaria y permitido con su abstención por Ciudadanos y los nacionalistas. Una alquimia parlamentaria que ni fue posible antes ni será posible ahora, pero que supongo le vale al diputado para seguir vivo e intentar llegar a unas nuevas elecciones sin la carga completa de la culpa. Al socialista se le ve ya hasta cómodo en esta odiosa interinidad, porque él echó los dientes políticos en Españistán hecho un fistro de bambino. A estas alturas sólo queda pues pedir a Chiquito for president, porque de las terceras elecciones me parece que no nos salva, queridos, ni Perry Mason. Un lago negro, ya saben, un lago blanco...