Cambio de sentido

Lo normal

"Ese artista trabaja muy bien", dice mi abuela, dándole al actor a la doble consideración de artista y de obrero

Me gusta, por su precisión, cuando mi abuela llama artista a una actriz o actor, y trabajar a actuar. "Ese artista trabaja muy bien", dice, reconociéndole a quien actúa a la doble consideración de artista y obrero. Así fueron, talentosos y currantes, los cómicos de la legua de los que descienden las estrellas del cine. Quien actúa profesionalmente trabaja, y vive de ello, por muy divo que se ponga. José Luis López Vázquez, de quien se acaba de conmemorar el centenario de su nacimiento, era, en el sentido más estricto de la expresión, "un artista que trabajaba muy bien".

Las retrospectivas que se han hecho de él en estos días nos remiten a la interpretación de personajes de un tiempo y de un país; al españolito atónito, deseante y tarambana, con bigotillo de señor formal de la época que esconde bajo el pellejo a un chiquillo avejentado. Pero no sólo eso. López Vázquez fue inmenso bajo la dirección de Berlanga o de Forqué, en películas colindantes con el neorrealismo italiano o en cintas como Mi querida señorita o La cabina. Soy capaz incluso de espigar entre las peores de los cientos de pelis en las que sale con tal de verlo en acción. Nos sabemos frases que han pasado de su boca a la historia del cine ("Un admirador, un amigo, un esclavo, un siervo…", recitaba entre prosternaciones, "¿Aprieta la sisa?", preguntaba en el papel de sastrecillo de sotanas en El verdugo; "…chupagomas, melenudo, alto, ¡yeyé!", le gritaba a Camilo Sesto en Los chicos del Preu o "¡Monumento!" a las guiris, en sus papeles de español bajito). Casi da igual el texto, su potencia dramática lo llena todo.

Este centenario me da la ocasión de hablar no sólo del monstruo escénico de López Vázquez, también de otros y otras de su talla y época. Pienso en Isbert, Rafaela Aparicio, Aleixandre, Lampreave, Alfredo Landa, Saza y en otros tantos que interpretaban a una panoplia riquísima de personajes de la vida cotidiana. Hoy pareciera que las figuras del cine no representan tanta variedad de tipos corrientes: las estrellas son, desde hace mucho, jóvenes y guapas. Las pelis resultan inverosímiles por la musculatura y los pómulos de sus intérpretes. En cambio, mis favoritos de nuestro cine hacían de señores añosos o buchones, eran feos y menuditas. Tanto empeño ahora por que en el cine nos veamos representados, cuando hace no tanto fieras de la talla de

López Vázquez nos reflejaron creativamente en nuestra sencillez y complejidad. Gloria paél.

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