La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

La nostalgia razonada

Tan falso es que todo pasado fue mejor como que todo presente necesariamente lo es

Hay muchas formas de nostalgia (tristeza melancólica originada por el recuerdo de una dicha perdida). Unas son objetivas y otras subjetivas. Unas son la lógica pena por un bien perdido y otras un recreo insano en el tópico de que todo pasado fue mejor.

Está la nostalgia personal y subjetiva por la juventud perdida y su excitante sensación de tener la vida ante sí. Está la nostalgia social subjetiva que funde lo personal y lo colectivo, uniendo engañosamente el esplendor y vitalidad de la juventud con el del mundo en que se vivió. Está la nostalgia social objetiva que no idealiza el pasado: simplemente constata que fue mejor que un presente sometido a trágicas circunstancias. ¿O no tenía razones sobradas Zweig en 1941 para escribir en El mundo de ayer que, "como austríaco, judío, escritor, humanista y pacifista", era un "testigo indefenso e impotente de la inconcebible caída de la humanidad en una barbarie como no se había visto en tiempos"?

Los hechos han enseñado a los historiadores que el progreso lineal y continuo en el que se creyó desde la Ilustración era un mito. Escribe John Gray: "La historia está llena de interrupciones en las que lo que se había ganado se pierde irremediablemente. Ya sea por una guerra, una revolución, una hambruna o una epidemia, la desaparición repentina de un modo de vida es algo frecuente. Desde luego, hay periodos de mejoras graduales, pero no suelen durar más de dos o tres generaciones". Tan falso es que todo pasado fue mejor como que todo presente lo es.

Y está la nostalgia cultural que, en lo que se refiere a la degradación de la cultura popular de masas, está plenamente justificada. A la alta cultura le afecta solo en la restricción de su público y su correspondiente elitismo, no en la calidad de sus producciones. En cambio, la cultura popular con circulación masiva ha sido devastada. Existen medidores objetivos en lo que a la calidad del consumo de cine o música comercial se refiere. Porque hubo tiempos en los que Renoir, Carné, Truffaut, Fellini, Antonioni o Pasolini estrenaban sus películas de autor no subvencionadas en cines (de verdad) comerciales y los discos de Glenn Miller, Artie Shaw, Dave Brubeck, Elvis, Nat King Cole o Miles Davis estaban entre los 10 más vendidos. Parafraseando a Víctor Hugo podría afirmarse en lo que respecta a esta cuestión: educad al ciudadano y no tendréis que subvencionar la cultura.

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