Otras novelas olvidadas

El peso de la singularidad cultural andaluza se disipa, porque las instituciones no saben cómo ponerla en juego

Las novelas son para el verano, pero hay novelas que, además de servir para llenar unas horas de retiro, pueden cumplir otros fines. Por ejemplo, en los últimos días, políticos andaluces quieren de nuevo revolver sentimientos que consideran perdidos. Quizás porque han visto que, cara a los próximos repartos económicos de fondos europeos, los gobiernos de las autonomías que más manipulan y estafan con cuestiones identitarias, son los que presentan más exigencias. Y, lo que es peor, conseguirán que le sean acordadas. Por tanto, tal como pasó con la industrialización, en los siglos XIX y XX, de nuevo la parte del león se irá, más o menos, al norte porque logran presionar inventándose ladinamente el victimismo de siempre. Sin embargo, por estos lares, el peso de la singularidad cultural andaluza se disipa, y pierde consistencia, porque las instituciones locales no saben cómo ponerla en juego y movilizarla. ¿Qué hacer? Es la pregunta a la no saben responder. Posiblemente, no quieren recurrir, como los políticos nacionalistas, al fácil señuelo del agravio, pero tampoco logran encontrar en la cultura y en la historia andaluza ese punto de apoyo para que sus habitantes, más concienciados, reclamen mejor lo que merecen. De momento, un paso previo consistiría en recuperar lo que está en peligro de olvidarse. Como sucede con la interesante obra narrativa de Fernán Caballero y de Juan Valera. Toda una amplia gama de novelas que permiten, al buen lector crítico, adentrarse en el conflictivo mundo decimonónico andaluz. Leyéndolas ya no hace falta recurrir a ningún estudio sociológico, antropológico o histórico: en esas olvidadas novelas, en sus argumentos, ya está la mejor documentación sobre la Andalucía de entonces. Aconsejando sus lecturas, la Junta, desde sus múltiples instituciones, cumpliría, con ese objetivo tan necesario en estos momentos: que los andaluces conozcan su pasado con afán didáctico: rastreándolo, además, en unas novelas nostálgicas, costumbristas, pero que permiten conocer dónde esta la base de los problemas actuales. En los últimos meses se ha asistido a una llamativa y sorprendente recuperación de la narrativa de Emilia Pardo Bazán. Una literatura regional, la de Galicia, ha acabado convirtiéndose en disfrute para los lectores de toda España. ¿Por qué no sucede lo mismo con las novelas de Fernán Caballero y Juan Valera que guardan en sus páginas un papel similar? Un buen comienzo sería facilitar su difusión cuando menos en Andalucía, para que, desde aquí, se derramara como un gesto de comprensión y generosidad por el resto del país.

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