Un nuevo mundo

Si no eres pudiente es mejor ser español que de Estados Unidos pero el modelo que se impone es el americano

Ahora que vamos a tener tiempo para pensar, quizá deberíamos intentar aprovecharlo, y darle una vuelta a qué somos y qué queremos ser cuando pase esto. Esta epidemia nos va a traer un nuevo desastre económico, cuando aún no nos hemos recuperado del anterior. En Málaga además va a ser especialmente cruel, porque nos pilla, una vez más, dependiendo principalmente del turismo, que va a ser lo primero en besar la lona. Y no solo eso. Una vez más, la crisis nos pillará con un gobierno débil y un Estado empobrecido y sin recursos para acudir a nuestro rescate. Toda la capacidad económica para ayudarnos estará de nuevo en manos privadas, que rápidamente se quitarán de en medio, mientras dure el temporal, y solo volverán para hacer caja con nuestra desesperación. La crisis anterior tuvo como resultado un empobrecimiento de una enorme mayoría y un enriquecimiento de una diminuta minoría, y esta se resolverá exactamente igual, si no hacemos nada.

Y da igual que tengamos un gobierno de izquierdas, de derechas o de medio centro zurdo, porque los Estados ya no tienen herramientas para defendernos. Todo el poder real ha pasado a manos privadas, y además nos han convencido de que esto es lo mejor, que tiene narices. Es el mercado, amigos. Pero en este mercado los perecederos siempre somos los mismos, siempre. De hecho, no deja de ser paradójico que la primera potencia del mundo, Estados Unidos, vaya a afrontar esta crisis sin un sistema sanitario público robusto. ¿A quién creen que afectará más eso? Ahora mismo, si no eres pudiente, es mucho mejor ser español que estadounidense, pero el modelo que se impone, sin embargo, es el americano. No porque convenga a la mayoría, sino porque conviene a esa pequeña minoría que saldrá aún más rica de esta crisis, y que es la que gobierna realmente el mundo. Queramos o no aceptarlo, tenemos un Estado con muy poco poder y un poder real que no es en absoluto solidario. Es decir, una vez más estaremos solos.

Sin embargo, seguimos aferrándonos a los mismos prejuicios que nos trajeron aquí, y cualquier otro planteamiento del mundo nos resulta del todo inconcebible. Nos resistimos tozudamente a pensar en otros tipos de orden, aunque quizá tan solo sea porque, en general, nos resistimos a pensar demasiado en cualquier cosa. Hasta que te encierran en casa por quince días.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios