El oráculo

Puede que el silencio de Cultura haya respondido a que la actuación solo está adosada al bien

Como le digo, doña Rosita. Usted, que es una mujer con estudios universitarios profundos y diversos, coincidirá conmigo en que no hay dictamen que genere mayor desasosiego que el de los técnicos de Cultura. Y no es que su formulación constituya un oráculo indescifrable como los de Delfos, sino que, antes de su emisión, es imprevisible sospechar por dónde saldrán los hados. Y escuchados estos, si la próxima vez opinarán igual.

Y es que estará de acuerdo en que el sainete de la pérgola en los alrededores de la iglesia de Santo Domingo no deja de ser digno de un capítulo de National Geographic dentro de doscientos de años. Cuando se encuentren los cimientos de la pérgola inconclusa y un arqueólogo versado en este tipo de obras intente explicar su origen ayudado de un equipo de psicólogos clínicos. Porque no me dirá que no tienen su miga los vaivenes de Cultura, que primero manifiesta que el tema no va con ella y luego dictamina que hay que quitar esos artilugios metálicos que entorpecen las vistas del Bien de Interés Cultural. Que primero no es de su incumbencia, porque no se ubica dentro de la delimitación del monumento, y que luego que sí lo es, porque le afecta la prohibición del artículo 33.2 de la Ley de Patrimonio Histórico. Ese que proscribe colocar tinglados que alteren el carácter de estos bienes o perturben su contemplación. Asunto del que no se percataron al ver el proyecto en 2019 y sí ahora, al ver las obras en vivo y en directo. Y si Santo Tomas tuvo que tocar para creer, tampoco se les puede pedir más a ellos, que no son santos, pero sí falibles.

Claro que, lo que reconocerá usted, es que lo que abre este nuevo oráculo -más allá de la inevitable modificación del contrato de obra- es una sería duda de carácter epistemológico sobre dónde se deben ubicar los objetos alteradores para constituir realmente una alteración. Y es que, si usted sigue la veredita del margen del río aguas abajo, se encontrará en frente con el tinglado que le adosaron al Centro de Arte Contemporáneo en forma de extensión de la cafetería. Tinglado que perturba la percepción del Bien de Interés Cultural. Como en el anterior oráculo, puede que el silencio de Cultura haya respondido a que la actuación solo está adosada al bien. El argumento también explicaría el silencio guardado ante el encalado que sufrió el edificio por sus gestores después de que se recuperase su color rojizo original.

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