La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

La oratoria flatulenta de Sánchez

Denunciar sin nombres queda en nada, pero sirve para mucho: alentar la sospecha, incluso el odio

Dijo Sánchez ayer: "Les prometo que vamos a adoptar todas las medidas necesarias para que se produzca un reparto justo y solidario de los costes de la guerra. No vamos a permitir que haya empresas ni tampoco personas que se lucren con esta crisis por muy poderosas que sean, por mucho control que tengan ante algunos medios de comunicación, por muy estrechos que sean sus parentescos con tal o cual dirigente político o por muy ilustres que sean sus apellidos. Puede a fuerza de ver convertidos durante años y años su capricho en ley, hayan llegado a pensar que España es suya. Pero van a comprobar que no. Que en España existe democracia. Y en una democracia quien prevalece es la voluntad popular y esa voluntad popular se manifiesta a través del voto, se expresa en el Congreso y también en el Senado y no en unos cuantos cenáculos madrileños".

Flatus vocis. No nombró las poderosas empresas y personas que se lucran con esta crisis. No nombró los medios de comunicación que están a su servicio. No nombró los familiares que aprovechan su estrecho parentesco con tal o cual político para su provecho ni los ilustres apellidos de quienes se lucran. No nombró a quienes -personas, partidos, grupos de presión o fuerzas ocultas- durante años y años han convertido su capricho en ley llegando a pensar que España es suya. Graves acusaciones y severas advertencias. Que sin nombres quedan en nada, pero sirven para mucho: para alentar la sospecha, el prejuicio e incluso el odio contra determinados grupos a los que se señala genéricamente dejando su identificación a la imaginación popular. Es más cómodo: no compromete a quien habla y extiende la sospecha sobre todos los considerados críticos u opositores. No hay demagogo que no haya utilizado este recurso entre sansculotista y populista.

En el remate de la parrafada Sánchez les avisó que en España existe una democracia (¿solo desde su llegada?) y que por lo tanto prevalece la voluntad popular expresada a través del voto. Bien lo sabemos en esta Andalucía que, mira por dónde, el PSOE llegó a pensar que era suya actuando en consecuencia. Y alcanzó el clímax aludiendo otra vez a los cenáculos madrileños (esta vez sin señores con puros) en los que ha encontrado el mismo talismán retórico que para Franco supuso la conspiración judeo-masónica. Flatus vocis, sí, oratoria flatulenta tan maloliente como gaseosa.

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