Las dos orillas

Creo que es muy difícil pedirle a los pirómanos, medios de comunicación y políticos, que se enfuden el traje de bomberos

E N uno de los rifirrafes habituales entre PP y PSOE de los plenos de la Diputación de Málaga, el portavoz socialista acabó tachando de "nacionalista" a la formación popular y su aludido homólogo aclaró: "Soy nacionalista malagueño como lo es el grupo popular ante la dejación de funciones del nacionalismo sevillano respecto a Málaga".

Las declaraciones evidencian la altura política de algunos dirigentes y la tentación irresistible de acudir al populismo, en cualquiera de sus vertientes, cuando la única aspiración es el aplauso fácil que proporciona un jaleado titular. Cataluña, Madrid, Bilbao, Sevilla o Málaga, no encuentro la diferencia en el fondo. Aunque es cierto que la gravedad del resultado final de las proclamas son distintas. Detestar los nacionalismos por el empobrecimiento que suponen o sus variantes del localismo no equivale a renunciara una necesaria defensa de las aspiraciones locales. Sobre todo si hay que afrontar un sistema fuertemente centralizado, que en multitud de ocasiones es incapaz de conectar con la realidad de los territorios. Como a menudo se produce con las administraciones autonómica y central.

"Las dos orillas" es el nombre del encuentro periodístico en el que hace unos días participé en la capital andaluza, organizado por la Fundación Manuel Alcántara. El objeto era hablar de Sevilla y Málaga, ahora que un grupo de expolíticos y profesionales de ambas capitales buscan encontrar lo que nos une y para superar lo que nos separa. Ahora que los alcaldes de las dos ciudades se empeñan en explotar las posibles sinergias de un viaje cuyo destino final es dudoso pero que seguro proporcionará aventuras de todo tipo durante el trayecto. Para no mantener la expectación a estas alturas, diré que la reunión hispalense fue más bien un retiro espiritual de casi cuatro horas. Me sería muy difícil contar con los dedos de una mano el número de asistentes ajenos al protocolo de la organización y la amistad o familiaridad con los ponentes. Pero las conversaciones íntimas son más sinceras y permiten confesar ante tu interlocutor todo tipo de sentimientos. También los reproches guardados durante excesivo tiempo.

Parece claro que cuando se agita el agravio durante décadas la cosecha brota con fuerza y la única discusión es discernir quién empezó primero. Y creo que será muy difícil que los pirómanos (medios de comunicación y políticos) se enfunden, sin más, el uniforme de bomberos. Cada uno en sus negocios le ha sacado rentabilidad a los frentismos. Las dos orillas existen, pero las diferencias no son intrínsecamente malas, antes al contrario. Pero es cierto que será necesario organizar muchos más retiros para avanzar.

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