No sé qué refrán utilizar, "a perro flaco todo se le vuelven pulgas", éramos pocos y parió la abuela", "a nave rota, todo viento es en contra", etc. Lo cierto es que hemos salido de Guatemala para caer en Guatepeor. Los rebrotes se suceden y la vuelta al confinamiento amenaza muy en serio y, para colmo, cuando parecía que la temporada veraniega podía medianamente salvarse económicamente, aparece el loco del premier británico, Boris Johnson, y establece una cuarentena para todo el que entre en el Reino Unido procedente de España. Adiós al turismo británico que en el 2019 aportó más de dieciocho millones de viajeros y otros tantos miles de millones de euros. Y puede que la cosa no pare ahí. Si no se contienen con rapidez y eficacia los contagios, otros países europeos pueden seguir el ejemplo británico. El agujero económico puede llegar a ser de unas dimensiones que ni siquiera la importante inyección de euros aprobada en Bruselas para la recuperación pos-Covid-19 sirva para algo.

Aunque bien es cierto que las citadas ayudas aprobadas por la UE han sido un éxito en cuanto al volumen, no se pueden echar campanas al vuelo mientras no veamos cómo se traducen en cuanto a exigencias. Vender que se ha logrado una lluvia de millones de euros sin nada a cambio es una temeridad, ya que, lo más probable, es que los países netamente contribuyentes a las ayudas nos exijan su devolución pagando con sangre, sudor y lágrimas. Por ello, aún aplaudiéndole al Gobierno lo conseguido -todos los españoles hemos de alegrarnos-, Sánchez se podía haber ahorrado el numerito de la ovación de sus ministros y diputados.

Cuenta Suetonio que, cuando el rey bretón Cimbelino, aliado de Roma, expulsó a su hijo Adminio, éste, con un pequeño séquito, fue a refugiarse junto a Calígula que estaba por allí con sus legiones. El emperador aprovechó la sumisión de Adminio para hacer creer a los senadores que había subyugado a toda la Britania, así que les ordenó preparar su entrada triunfal en Roma. No obtuvo los honores del Triunfo pero si los de una Ovación aunque ni siquiera llegó a desenfundar la "glaudius". Sin ánimo de restarle méritos al presidente Sánchez, parece que su triunfo en Bruselas ha sido muy similar. Si bién, lo que nos ha dejado muy claro, excepto a sus ministros y diputados, es a quién tenemos que votar en las próximas elecciones: a Ángela Merkel.

Y, como segundas partes nunca fueron buenas, tengo toda la impresión de que la ovación y vuelta al ruedo, ha sido prematura. Ahora falta por saber si habrá o no consenso para aprobar un presupuesto que agrade en Bruselas. Si ese milagro se obrara, habrá que ver si se ponen de acuerdo todas las autonomías y ayuntamientos en la distribución y destino de los fondos europeos liberados. Y, como nunca llueve a gusto de todos, pues ocurrirá que a aquellos territorios gobernados por quienes apoyan al Gobierno tendrán monzones, mientras que a los otros, cuyos ciudadanos no hayan optado por dicha corriente política, se quedarán con la sequía imperante.

En fin que nos espera un verano caliente y no precisamente por las temperaturas, sino por el hemiciclo. Tiempo al tiempo. Mientras tanto a soportar la canícula con mascarilla y tentetieso.

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