Un pacto difícil

Vox se ha descartado de cualquier escenario de diálogo y ha preferido seguir en su patriótica trinchera

No es bueno confundir los deseos con la realidad ni pensar que la voluntad mueve montañas. Por eso, cuando se habla de alcanzar un pacto para la recuperación social y económica de España, lo mínimo es ser conscientes del alto grado de dificultad de esa empresa. El referirse a esos acuerdos como los nuevos pactos de la Moncloa ya encierra un fuerte contenido nostálgico que trata de recordar que hubo una época en este país en la que fue posible alumbrar proyectos comunes entre distintos, diferentes y contrarios.

Ahora los inconvenientes son mayores. Y no porque haya más dificultades para coincidir en medidas que puedan suscribir todos los partidos políticos, sino porque nos encontramos en otro nivel de enfrentamiento. Cuando la prioridad no es encontrar un salida a la situación, sino intentar modificar el Gobierno, los puntos de acuerdo se tornan imposibles. Por eso, la derecha ha abandonado la controversia política para adentrarse en una descarnada discusión moral. No se debaten decisiones, sino actitudes; no se denuncian errores, sino maldades; no se reprochan fallos, sino delitos. La oposición ha llevado la contienda a un terreno exclusivamente ético. En esta situación en que la virtud está en una parte, la oposición, y el vicio en otra, el Gobierno, el debate se ha convertido en un juego de acusaciones y reproches morales en los que la política ha dejado de existir.

Las acusaciones de asesino, criminal o urdidor de brutales eutanasias que Vox lanza contra el ejecutivo hacen imposible cualquier aproximación política. Este partido se ha descartado de cualquier escenario de diálogo y ha preferido mantenerse en su patriótica trinchera construida sobre la mentira y el odio El problema está en el PP, porque participa con la ultraderecha de esa inexplicable superioridad moral que le hace poseedor de la bondad absoluta y relega a su adversario a las tinieblas del mal. Afirmar, como hizo Pablo Casado, que lo único que le interesa a Pedro Sánchez es mantenerse en el poder y que al PP solo le interesa el bien de los españoles es ponerse en un pedestal de virtud y generosidad que hace imposible el acercamiento y diálogo con la negación del altruismo y la sublimación del egoísmo que es el presidente. Con esta actitud resulta aventurado augurar un éxito al acuerdo propuesto, pero lo cierto es que en la actual situación el Gobierno tiene la inexcusable obligación de intentarlo.

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