Un pacto discutido

Haber perdido la votación el pasado miércoles hubiera supuesto una gravísima crisis sanitaria e institucional

Hay d que reconocerlo: el polémico, criticado y discutido acuerdo suscrito entre el Ejecutivo y Bildu ha sido una victoria del PP. Así, como suena. La incomprensible decisión del partido de Pablo Casado de votar en contra de la prórroga del estado de alarma, unido a la actitud destructiva de su aliado Vox y a la manifiesta insolidaridad de los independentistas catalanes consiguieron poner al Gobierno de España en una situación complicada y casi desesperada. Hubo un riesgo cierto de que el Gabinete no consiguiera los votos necesarios para sacar su propuesta y, por eso se vio obligado a buscar apoyos allá donde pudo encontrarlos. Era lo que pretendían: poner en evidencia la debilidad parlamentaria del Gobierno, buscar su desgaste y forzarle a buscar acuerdos y pactos que le crearan enfrentamientos e incomprensiones internas. La cuestión está en saber hasta dónde nos podía haber llevado esta descabellada estrategia y si esa actitud puede considerarse propia de un partido que se reclama de Estado.

Haber perdido la votación el pasado miércoles hubiera supuesto una gravísima crisis sanitaria e institucional de la que difícilmente no podríamos haber repuesto. Perdido el basamento jurídico para implementar el confinamiento, el mecanismo legal contra la pandemia quedaba en un limbo jurídico sin posibilidad de una desescalada ordenada. Pero, además, las consecuencias políticas de este revés parlamentario llevarían al presidente de Gobierno a presentar su dimisión ante la Cámara que ha rechazado su propuesta y entraríamos en una situación de imposible alternativa, sin fórmula para convocar elecciones y sin encontrar mayorías para formar un Ejecutivo distinto. Quizás la irresponsabilidad de algunos pretendiera este gravísimo conflicto pero la mínima lealtad con la sociedad española exigía el esfuerzo de evitar esta complicación, aún con el riesgo de aceptar un pacto de compleja y difícil explicación. Y solo desde esta perspectiva puede analizarse el acuerdo alcanzado.

Ahora serán precisamente los dirigentes de las formaciones de derecha los que, rasgándose las vestiduras, clamaran contra ese acuerdo y denunciaran el espúreo pacto de los social-comunistas con los de ETA. Pero en el fondo saben que esa es su obra yes el resultado de su irresponsabilidad. Quizás haya que felicitarlos porque así han conseguido nuevos bríos para que sus seguidores sigan abollando cacerolas.

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