El zoco

juan lópez cohard

El paisaje como patrimonio

Cada vez que paso por la Plaza de Uncibay se asoman a mi mente dos recuerdos de infancia, el de mi abuela y el del Cine Málaga Cinema. Ambos murieron. Mi abuela gustaba de salir todas las tardes a merendar en la cafetería Doña Mariquita y, si había estreno ese día, ir al citado cine. A mí me tocaba siempre acompañarla. Muchos años después, cuando regresé a Málaga, después de mi década profesional valenciana, me encontré que el cine diseñado por el arquitecto Sánchez Esteve y considerado por algunos como "obra maestra del racionalismo en Andalucía y aún en España", había sido sustituido por un edificio de oficinas que poco o nada tiene que decir. Mi paisaje histórico de esa plaza lo habían masacrado. Igual me ha venido ocurriendo con otros lugares de la ciudad. Una vez escribí que con Málaga tuve un amor a primera vista. Cuando abrí los ojos al mundo, la vi y me enamoré. Pero con los años hemos ido cambiando los dos y, aunque sigo enamorado de ella, hay cambios que no digiere mi memoria histórica, como, por ejemplo, la remodelación de la Plaza de la Marina, imagen de postal durante décadas, o la aberrante destrucción de La Coracha.

Los cambios en las ciudades son lógicos, normales y necesarios. Las ciudades milenarias como Málaga, viven con otras muchas ciudades muertas que fueron la misma. De ellas se conservan a la vista algunos restos. Otros desaparecen para ser sustituidos por actuaciones urbanísticas modernas en función de las necesidades de cada momento histórico. Según el portavoz de Icomos, organismo no gubernamental que vela por la protección del patrimonio cultural, hablando sobre la polémica torre hotel del Puerto y su impacto en el paisaje, "la cuestión de fondo es si existe un paisaje histórico o no en Málaga". Él entiende que es innegable que lo hay y que es patrimonio a proteger. Pero el problema estriba en que el paisaje histórico que tenía mi abuelo en su memoria es muy distinto al mío y no digamos al de mis hijas.

Creo sinceramente que lo verdaderamente importante de las actuaciones en la ciudad consolidada, cuya responsabilidad compete a los arquitectos y urbanistas, es que deben hacerse exquisitamente, tanto como para que el ciudadano, casi sin darse cuenta, sustituya en su memoria el paisaje desaparecido por la nueva actuación. Y, además, tener presente que el patrimonio histórico no solo son los restos materiales, sino también el ambiente que conforman esos edificios, el paisaje grabado en la memoria. Con esto vengo a referirme a uno de los debates actuales de Málaga: La conservación de los restos arqueológicos sacados a la luz en el solar de los fenecidos cines Astoria y Victoria. Es tan importante conservar este patrimonio histórico de Málaga, como conservar el paisaje, la morfología y el espíritu de la romántica y bellísima Plaza de la Merced, en la que habitaron personajes como Picasso, el escultor decimonónico Fernando Ortiz, el pintor contemporáneo Brinkmann, el periodista J. J. Relosillas o el escritor Alejandro Sawa que Don Ramón del Valle Inclan inmortalizó en Luces de Bohemia como Max Estrella. La plaza, cuadrada y perimetrada, perdería su sentido en una explanada de enormes dimensiones. No cerrarla sería la mayor barbaridad contra el paisaje patrimonio histórico de Málaga.

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