La ciudad y los días

Carlos Colón

Ni paranoia ni ceguera

QUE a nuestro lado, entre nosotros, haya quienes estén tramando nuestra destrucción en nombre de la Guerra Santa en pleno siglo XXI parecería una de esas paranoias que a veces agitan los regímenes totalitarios, los políticos sin escrúpulos, los medios de comunicación sensacionalistas o los grupúsculos radicales. Algo parecido a lo que hizo que en la Inglaterra victoriana tardía y en la eduardiana cundiera el temor al "peligro amarillo" al que en 1912 Sax Rohmer puso el rostro de Fu Manchú; a lo que hizo que la Alemania nazi actualizara en una moderna versión atea la larga tradición antisemita cristiana que, desde los Padres de la Iglesia a Lutero, había atizado un odio religioso que desde el siglo XIX cambió de signo para irse haciendo racial-darwiniana y cuajar en libelos como El protocolo de los sabios de Sión; a lo que alimentó la obsesión de la conspiración judeo-masónica que alentó Franco hasta sus últimos días; a lo que desató la "caza de brujas" del senador McCarthy en los Estados Unidos entre 1950 y 1956.

Unas veces tras estas paranoias había elementos reales y otras todo era fruto de la manipulación propagandística. La cuestión del terrorismo islamista pertenece al primer grupo y bastan los terribles atentados de Nueva York, Londres o Madrid para dejar claro que en este caso no hay exageración paranoica. Ello exige una doble precaución que debe evitar tanto la criminalización de todo el islamismo y todos los islamistas como la irresponsabilidad bienpensante que se niega a reconocer este peligro, creyendo que se trata de una nueva operación propagandística, de naturaleza xenófoba, que intenta criminalizar al diferente o justificar acciones bélicas de carácter neo-imperialista. Ni todo el Islam es un peligro fundamentalista, ni todos los islamistas son potenciales terroristas; pero tampoco el peligro del fundamentalismo islamista es una pura invención como las que se urdieron contra los judíos o una paranoia como la desatada por McCarthy contra la izquierda americana.

Las últimas detenciones de ciudadanos de origen árabe que integraban células de financiación del terrorismo islamista en Guipúzcoa y Huelva demuestran la realidad y proximidad de este peligro. En el barrio de Las Colonias de Huelva, en Lepe y en Islantilla había quienes se dedicaban a reclutar futuros terroristas, captar dinero -a veces a través de la venta de objetos falsificados- y desviarlo hacia grupos terroristas de Pakistán, Afganistán, Iraq y Argelia. Es necesario evitar la paranoia que alimenta la xenofobia, pero también la ceguera que niega las evidencias.

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